Alguien a quien acoge, abraza, apadrina y termina produciendo Sufjan Stevens solo podría ser un hombre maravillosamente ultrasensible, y Denison Witmer valida el pronóstico de manera holgada. Le queda todavía muchísima tela que cortar a este 2025 de momento bisoño, pero desconfíen por sistema de las clasificaciones anuales que no le hagan hueco a una preciosidad de estas dimensiones. Porque Anything at all irrumpe en el salón sin preámbulos ni rodeos, con Witmer cantando desde la primera décima de segundo en ese Focus ring del que se extrae el título del álbum, y la pieza es de tal belleza que a partir de ese momento solo podemos temer una curva descendente en la emoción. Y no: nada en absoluto de eso sucede en esta colección en estado de gracia, un monumento a la hermosura tersa, humanista y considerada. La apelación a un entorno inclusivo, diverso y epicúreo desde las cosas más pequeñas y cotidianas; un mundo que, de tan primoroso, nunca llegaremos a conocer y paladear más allá de los surcos de un disco como este.
Witmer es un hombre ya cercano al medio siglo de vida, celebra tres décadas sobre los escenarios y forma parte del catálogo de Asthmatic Kitty, la impronta discográfica de Stevens, desde 2012, pero nunca la relación entre ambos había sido tan estrecha y mimética. Anything at all es el resultado de erigir 10 originales de Denison con las hechuras de Sufjan, que imprime a los originales su impronta de los coros femeninos, los envoltorios celestiales y el consabido arsenal de cuerdas, trompetas, xilófonos, banjos y demás delicatessen de fantasía. Para mayor deleite, los dos han trabajado sin cortapisas de agenda, un proceso de dos años de primorosa cocina a baja temperatura que les ha llevado a alternar el estudio neoyorquino del productor con la coqueta casa unifamiliar del firmante en su villa natal de Lancaster (Pensilvania), un municipio de apenas 60.000 habitantes desde el que apelar a códigos existenciales muy distintos a los que atenazan a cualquier morador de la gran ciudad. Y todo ello contribuye a esa finura majestuosa, a ese canto a la vida y la gran belleza de un álbum que, más que banda sonora, es puro cobijo.
Witmer se permite interpelar a lo sublime desde lo mundano y nos invita a echarle un vistazo no ya solo a su jardín, sino también a las interioridades del corazón. Las canciones se vuelven más bellas a medida que ganan en carácter confesional. “Nada parece tan accidental como el regalo de la vida; espero no estar desperdiciando la mía”, se sincera nuestro protagonista en la elocuente Confessions, una delicia en la que va diseminando las enseñanzas de referentes emocionales como San Agustín, el pintor Paul Klee o el monje vietnamita Thích Nhất Hạnh. Y entrados ya en honduras, la no menos lindísima Lost in my head advierte: “La mayor parte del tiempo mi vida es placentera / pero a veces duele de la peor manera posible”.
Denison nos habla de las plantas de su jardín, los hijos o la ebanistería, y nos interpela en todo ello con absoluta independencia de las circunstancias particulares de cada interlocutor. Cuando mencionamos que la vida, pese a todo, merece la pena, seguramente nos refiramos a discos como este.
Delicioso. De la escuela de Giorgio Tuma o The Pearlfishers.