Solo desde los estándares de calidad que manejaba una banda como Grateful Dead podemos estar tentados a pensar que deberíamos colgarle a From the Mars hotel la etiqueta de obra menor. La revisión de la séptima entrega en estudio de Jerry Garcia, Bob Weir y el resto de luminarias de la realeza musical yanqui congregadas en Palo Alto (California), propiciada por la edición con la que se conmemora el 50 aniversario de la obra original, obliga a repensar con urgencia nuestras viejas ideas preconcebidas. A poco que acerquemos el oído, concluiremos que estas ocho canciones conformaban una obra ardorosa y brillante hasta deslumbrar.

 

La edición que celebra el medio siglo de vida de este prodigio no siempre bien reivindicado apenas aporta como material de estudio adicional un par de toscas versiones maqueteras de China doll y Wave that flag (la pieza primigenia que acabaría convirtiéndose en U.S. blues), con todo muy dignas de escucha y análisis. Pero el verdadero tesoro en esta entrega lo encontramos con el descubrimiento de un concierto íntegro en la Universidad de Nevada, campus de Reno, fechado el 12 de mayo de aquel 1974 y que vuelve a retratar a una de las bandas más arrolladoras y fascinantes que ha conocido Estados Unidos encima de unas tablas desde el inicio de los tiempos.

 

Siempre se vio a estos jipis irrepetibles como una formación más engrasada para el directo que para la disciplina metódica del estudio, y en ese ámbito los ejemplos de álbumes previos como Anthem of the Sun (1968), Aoxomoxoa (1970) o, claro está, Workingman’s dead, de 1970, ensombrecen cualquier otro hito posterior. Pero lo curioso de From the Mars…, sin revalidar el prestigio inapelable de semejantes predecesores, es que seguramente sea uno de los trabajos más concienzudos, minuciosos y trabajados de los Dead, que acababan de estrenar sello discográfico propio y no podían consentirse una entrega desaseada.

 

Por eso el ritmo de boogie entra como una locomotora a los dos segundos escasos de arrancar U.S. blues y el menú se despliega, variadísimo y absorbente, a lo largo de los casi 40 minutos de minutaje. Con derivaciones vaqueras en el caso de Pride of Cucamonga (la última canción, junto a Unbroken chain, que cantaría para el grupo Phil Lesh). O con las progresiones armónicas tan ensoñadoras y harrisonianas de China doll.

 

Por su parte, Ship of fools, el corte de clausura, es tan indisimuladamente brillante que sobresaldría hasta en el contexto de un discazo de The Band. Y de ahí pasamos al concierto de Reno, Nevada, el último que adquiere condición de lanzamiento dentro del catálogo de los Dead, que ya han compartido entregas así por docenas pero cuya capacidad de improvisación era tan proverbial que nada, absolutamente nada, sonaba igual que en la gira. La exuberancia sin filtros de esa grabación recuerda a las recientemente editadas por Little Feat con un par de pases en vivo ante audiencias bastante pequeñas. El sonido es muy razonable, aunque no impoluto; pero cuando una vieja grabación de medio siglo atrás sirve para que nos sintamos arrollados por la maquinaria, como si funcionase entre mares de aceite, habrá que quitarse el sombrero.

 

 

One Reply to “Grateful Dead: “From the Mars hotel” (1974, 2024)”

  1. Una breve reflexión sobre tu comentario al principio… ¿Por qué ahora nos parecen buenos o incluso muy buenos y hasta geniales, discos publicados pongamos que en los años 70 y que entonces la crítica masacró y nosotros, su público, detestamos de forma inmisericorde? Te pongo un ejemplo fácil: “McCartney” y “Ram” son hoy considerados casi obras maestras y en su momento nos parecieron birrias infumables. ¡Hasta “WIld Life” recibe hoy efusivos parabienes, y cuando se publicó a todo el mundo le pareció, yo incluido, el nadir del llamado Schubert del siglo XX! No se podía caer más bajo. Algunas conclusiones: se trata de un poco de nostalgia y, sobre todo, “un mucho” de que casi todo lo que vino después fue rematadamente peor. También de que veníamos de cumplir el Principio de Peter en los gloriosos años 60. Así que, de acuerdo, escuchar hoy cualquier disco de Grateful Dead, ¡hasta el peor de ellos! (que no es este, por supuesto), es una auténtica gozada. Music hurts!

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