Puede que su nombre artístico no sea el más deslumbrante con el que nos hayamos encontrado en los últimos tiempos, pero Kike M pide paso desde Salamanca con una canción de autor que en el fondo recula hacia el rock melódico y encuentra sus raíces mucho más cerca de los entornos rurales que de los urbanos. Su universidad, de hecho, no es tanto la de Unamuno y Fonseca como la que señalan sus orígenes en el diminuto pueblito de San Martín del Castañar, en el corazón de la maravillosa y recóndita sierra de Francia, un entorno natural que casi se siente, huele y estalla en esta colección de piezas de autoría propia y contemporánea, pero de inspiración nítidamente terruñera. Y con profundas huellas, apelando al sustantivo que titula uno de los mejores cortes, en los senderos y caminos sin asfaltar.

 

A eso apela Kike, que además de muy interesante trovador se maneja maravillosamente bien con el modelado de arcilla y hasta ha aprendido nociones de bordado serrano para lucir más genuino y autóctono en sus portadas y puestas en escena. Porque todo huele a legitimidad y autenticidad en este cancionero tan apegado a lo que se ha aprendido y mamado al calor de la chimenea o de la hoguera, y de ahí también el significado hondo y sentido de esa dedicatoria a los abuelos Serafina y Antonio, “por abrirme las puertas de su casa y de su corazón”.

 

No hay que afinar mucho el oído para percibir en el tono agreste de algunos cortes un deje extremodurista, sobre todo en cuanto el violín invitado del hiperactivo Manu Clavijo hace acto de presencia en los cortes de hechuras más enraizadas. Y sí, todas esas sospechas las refrendamos en cuanto reparamos en que el nombre del muy ilustre Iñaki “Uoho” Antón (Platero y Tú, Extremoduro) figura como productor de estos Cantares, refrendo de las buenas impresiones que el salmantino ya nos había dejado con esa obra previa, Antipersonal (2021), que sirvió como tarjeta de presentación para su trayectoria solista.

 

En la parte de rockero más tierno, Kike recula hacia los territorios de Fito Cabrales o Rulo, con el que, de hecho, compartía créditos en la edición ampliada de Antipersonal que vio la luz en 2023. Era una versión ampliada por la que también desfilaba otro imprescindible, El Kanka, este para apuntalar la vertiente más acústica y sentida, esa que ahora vuelve a aflorar en dos de los mejores títulos, el mencionado Huellas y el original y elaboradísimo Cigüeñas. Ya lo ven: hasta los títulos invitan a ponerse calzado de montaña, sin duda el entorno en el que nuestro protagonista se sabe en su hábitat y se siente indisimuladamente feliz.

 

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