Ha dejado transcurrir la granadina Sole Parody cinco añazos –pandemia de por medio– desde Porvenir (2019), su estimulante trabajo previo de larga duración. Ha abrazado la maternidad con todo el alborozo y las incertidumbres de los episodios trascendentales; le ha estado mirando a la cara, con temerario gesto desafiante, a este mundo cada vez más demente y dislocado que se nos vino encima; y ha acabado por estallar con un álbum que es grito asilvestrado, desahogo en carne viva, reacción visceral pero siempre lúcida, arrebato de fuego sin un ápice de moderación. Belleza radical, furibunda y con vocación devastadora.

 

No, no se le puede pedir mucho más a un disco. Remedios dista de ser una mera colección de piezas musicales. Es testimonio, chillido, desafío, inspiración que estalla hasta desparramarse como metralla puntiaguda. Tampoco sucede con frecuencia que una artista sepa (auto)definirse con precisión, pero Sole anota en contraportada una sentencia de naturaleza elocuente, deslumbrante y esclarecedora: “Remedios contiene recetas, dichos, conjuros y refranes para habitar los escombros con alegría”. Y se hace cuesta arriba superar una definición tan magistral sobre las intenciones de esta autora crítica con lo que le rodea, pero infatigable en la búsqueda de revulsivos para mitigar las miserias del mundo y de la naturaleza humana. Y nada mejor que el vigor de la música y de la poesía para sostenerle la mirada a la existencia y no flaquear ante un futuro que casi siempre tiene muy poco de alentador.

 

Hemos ido interiorizando la fusión de elementos folclóricos con el chisporroteo de la electrónica, en vista de que durante estos últimos años han proliferado grandes ejemplos de colisión y convivencia entre dos formulaciones estéticas que parecían antagónicas y han demostrado ser óptimas para ejercicios de hermanamiento. La diferencia radica en que Le Parody no emplea piezas y coplillas tradicionales como materia prima, sino que escribe material rigurosamente propio con un pálpito melódico que parece provenirle de tres o cuatro generaciones previas. Sole imagina dibujos sonoros que harían sonreír a sus bisabuelos, pero los zarandea con el sobresalto y el arrebato propio de las máquinas. De ahí que Remedios suene tribal, ancestral, terruñero y comprometido con las esencias, pero también extraordinariamente adecuado para propiciar los mejores momentos en alguna rave de postín. Y nada como esa doble filiación para ahorrarle al oyente ejercicios de militancia generacional o geográfica.

 

Esta mundología de Le Parody encajaría a pedir de boca con otros exploradores intrépidos a partir de lo tradicional, desde Karmento a Rodrigo Cuevas, Tanxugueiras o la coalición entre Rocío Márquez y Bronquio. Remedios milita en esa misma liga, pero puede que sea todavía más audaz, osado e indemne al vértigo. La cantinela machacona de Se clavan, con ese redoble contumaz y casi castrense de los tambores, representa uno de los momentazos del año, pero no le quedan lejos ni la apelación a la farmacopea para Un remedio (“Dame una pa’ divertime, media más para aguantar / otra más para dormirme y otra para despertar”) ni la cantinela obsesiva, casi alucinada, en Por saber de dónde vengo o el fabuloso trance tecno de Virtudes, donde colisionan un medio tiempo en apariencia sereno con una letra demoledora sobre nuestros congéneres más patéticos: “No envidio tu afectada hipocresía, la megalomanía que aplauden tus palmeros…”.

 

Remedios tiene tanto que desentrañar que, definitivamente, está a otro nivel. “No tomo por virtudes lo sólido y lo estable”, resume Sole, y en esa vocación de cambio radica su capacidad de zarandeo, tanto en lo musical como en lo temático. Desde el redoble inicial de las campanas berlinesas (Paisaje I: Adivinanza) al redoble de tambores para Cántese por cantar, con los vientos cortesía de la Fanfarria Transfeminista de Madrid (ahí queda eso), todo aquí es un hallazgo.

 

 

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