Hay algo de enigmático y fascinante en el análisis retrospectivo de Synchronicity, un disco de éxito clamoroso que, bien mirado, presentaba una estructura desconcertante, experimental y a ratos arbitraria, y cuya acogida pese a todo entusiasta no le sirvió como acicate a su trío protagonista, sino que acabaría acelerando su desmembración. Queda un legado de 15 millones de ejemplares vendidos, que ahora se incrementarán en unos cuantos centenares de miles más; además de un puñado de canciones fabulosas, y no solo las que a diario siguen colándose en las emisoras de grandes éxitos de ayer, de hoy y de siempre.

 

En justa correspondencia con tanta heterodoxia, la edición conmemorativa de su cuadragésimo aniversario asoma, en puridad, en el cumpleaños número 41. Pero eso es lo de menos, porque recuperar este quinto y último elepé policíaco desde una perspectiva más panorámica ayuda a comprender mejor sus entretelas y disfrutar de sus contenidos con mayor intensidad que en nuestros años bisoños. Y no digamos ya en el caso de las economías más holgadas, que podrán optar a una edición apoteósica y en caja fardona que se extiende hasta los seis cedés: además de los aquí referidos, otros dos rigurosamente inéditos que aportan maquetas, tomas alternativas y material raro (e incluso muy raro), y un par de ellos más con la constatación, en directo desde el Oakland Coliseum de California en septiembre de 1983, de que Sting, Andy Summers y Stewart Copeland decidieron bifurcar sus caminos cuando operaban como un artefacto prodigioso, engrasado y arrollador encima de las tablas. A modo de premio de consolación, el disco número 2 incluye asimismo media docena de cortes provenientes de la visita al Omni de Atlanta, en noviembre de aquel mismo año.

 

Los tres rubios policías debieron de ser conscientes desde una primera escucha de que Every breath you take, aquella falsa canción de amor de Sting que en verdad relataba un caso de obsesión posesiva, era una bomba de precisión diseñada para estallar, como así acabaría ocurriendo, en lo más alto de la lista de éxitos de medio mundo. La materialización fue pesadillesca, con un amago ya de ruptura del trío y hasta una pintoresca intermediación de sir George Martin, casi en el sobrevenido papel de Casco Azul para los ejércitos de la música popular. Pero a aquel icono del pop matemático y pluscuamperfecto se le sumaban otros tres singles inequívocos, King of pain, Wrapped around your finger e incluso Tea in the Sahara, que aparecían relegados, uno tras otro, en la cara B del álbum, mientras la A se consagraba a un caleidoscopio delirante, iconoclasta y maravilloso (aun desde su condición francamente irregular), con el que los muchachos se desfogaban, ponían en modo avión sus ambiciones comerciales y lo fiaban todo a una inspiración desbocada y dispar.

 

No hay seguramente canciones más extrañas en toda la discografía de The Police que Mother, en la que Andy Summers rugía como si estuviera optando a una plaza en los coetáneos King Crimson de Three of a perfect pair (también de 1983); o Miss Gradenko, donde Stewart Copeland demostraba sus avances en algún máster acelerado de afrobeat. La cosa habría sido más bizarra aún si hubieran prosperado las otras dos propuestas del batería, I’m blind y el instrumental Ragged man, que en el CD número 4 descubrimos en sus presentaciones primigenias y que acabarían integrándose en su banda sonora para La ley de la calle, de Francis Ford Coppola. Y no se quedaba atrás Sting con su tribal y polirrítmica Walking in your footsteps, la plasmación de que el coproductor del álbum, el habilísimo Hugh Padgham, había interiorizado las enseñanzas adquiridas durante la grabación del extraordinario tercer disco en solitario de Peter Gabriel (1980), ese que, a falta de título oficial, solemos bautizar como Melt.

 

Las caras B de la época han terminado apareciendo aquí y acullá en la era del CD, aunque siempre es un placer reencontrarnos con las muy estimulantes Once upon a daydream o Someone to talk to. Y quedan marcianadas como Every bomb you make, que Sting accedió a interpretar personalmente para el programa Spitting image con la letra en la que los guionistas de este prodigio satírico de la BBC despotricaban de sátrapas como Reagan, Breznev, Hitler, Gadaffi, Fidel Castro o, por supuesto, Margaret Thatcher. En definitiva, todo muy grande: un epílogo excitante para una de las bandas señeras del siglo, por más que nunca faltaron quienes recelaban de ella.

 

4 Replies to “The Police: “Synchronicity – Deluxe edition” (1983, 2024)”

  1. Synchronicity siempre fue mi álbum favorito de Police. Y coincido contigo, Fernando, en que es un álbum desconcertante en ciertos momentos y con un extraño orden de temas: para ser uno de los discos más vendidos de los 80, no parece que su intención fuera descaradamente comercial, ya que pusieron los potenciales singles en la cara B, dedicando la cara A a una especie de suite experimental que incluye canciones que en principio no parecería lógico incluirlas en un disco superventas, pero que son buenísimas. Ahí está la clave del éxito de este disco: todas las canciones son buenas y destilan una cierta magia, a diferencia de lo que consiguen otros artistas (o estos mismos en otros momentos) cuando se ponen a experimentar y hacen canciones que pueden ser muy originales e innovadoras, pero que aburren a las ovejas. El éxito de Synchronocity no se explica sólo por contener un megahit como “Every breath you take”, sin el cual las ventas no habrían sido tan millonarias, pero que no bastaría por sí solo para que 41 años después estemos comentando este disco como uno de los grandes de los 80.

    1. Tal cual, Félix. Es curioso, pero entre mis favoritísimas de The Police figura siempre “Miss Gradenko”, que no tiene ni de lejos vocación de éxito. Gracias por un comentario tan extenso, generoso y enriquecedor.

  2. Como se pasa el tiempo Fernando (41 años es media vida). Me has dado la excusa perfecta para volver a escucharlo. En su momento renegaba de “Synchronicity”, terminé saturada de oír por la radio “Every breath you take” y aunque este single fue el primer número 1 de Police en USA, yo era fiel defensora de su primer LP “Outlandos d’amour” que tenía un sonido más Punk con toques Reggae (aún conservo el casete que compré en un “car boot sale” en Inglaterra). Sin embargo, a día de hoy, es indiscutible la calidad de las canciones de “Synchronicity”, de las que me quedo con “Tea in the Sahara” muy cercana a las composiciones posteriores de Sting en solitario.

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