Van Morrison había dejado que transcurriera toda la primera mitad de este 2024 sin añadir ningún título a su catálogo, pero esta circunstancia, vista su hiperactividad en avalancha de la última década, iba camino de convertirse ya en manifiesta rareza. Que nadie se preocupe, porque el norirlandés entregará en septiembre un álbum titulado New arrangements and duets (el enunciado no parece el mejor de los augurios), y mientras tanto nos alivia las ansias con esta muy emotiva entrega en directo que otorga carácter oficial a las grabaciones que realizó hace ahora 10 veranos en el que fuera no solo su instituto, sino el primer escenario que pisó jamás, a la tierna edad de 15 años.
Live at Orangefield pasa por ser el segundo lanzamiento de su nueva discográfica particular, Orangefield Records, destinada a rescatar perlas de unos archivos que entendemos y anhelamos sabrosísimos, aunque no imaginemos que igualen en dimensiones y valía los de Neil Young y Bob Dylan. De hecho, el primer lanzamiento fue el rarísimo Beyond words: Instrumentals, recopilación de piezas instrumentales grabadas a lo largo de más de tres décadas y nunca publicadas oficialmente, a buen seguro porque la ausencia de palabras las hacía atípicas y no del todo atractivas. Live at Orangefield supone, en cambio, todo un regalo para la legión de fans, y, de hecho, nuestro enfadica favorito ha tenido esta vez a bien ofrecerlo también en las plataformas de streaming, cosa que con el mencionado antecesor de 2023 sigue sin suceder. Pero la manera más efectiva de hacerse con un ejemplar físico, ya sea como CD apurado hasta el último suspiro o doble vinilo, sigue siendo la propia web del artista.
Merece muchísimo la pena, sin ninguna duda, hincarle el diente a este doble elepé en directo, que a nadie habría importado incorporar a sus estanterías si hubiese visto la luz pocos meses después de aquellos tres conciertos en el salón de actos de la escuela. Porque Morrison, que ya había glosado sus recuerdos de Orangefield en el tema homónimo de Avalon sunset (1989), se sentía sin duda interpelado directísimamente por el anuncio del cierre de las instalaciones. Y por una vez orilló digresiones, piezas recientes o versiones sin demasiado peso específico para ofrecer un menú golosísimo para el común de sus seguidores.
Por supuesto que disponemos ya en nuestros anaqueles de un buen puñado de lecturas de Moondance, Into the mystic, Cleaning windows o In the garden, o incluso de esas celebridades menores del catálogo que son Real real gone, Northern muse o Sometimes we cry, pero Van The Man nunca se permitiría repetir discursos ya formulados, y menos aún ante un público implicadísimo de su Belfast natal. La implicación de la audiencia, cercana al escenario y emocionada por la singularidad de las citas, se hace palpable en la grabación, igual que la habilidad de Morrison para retorcer y reinventar frases sin desmembrar las estructuras originales, a diferencia del ensañamiento con el que Dylan suele diseccionar en los últimos tiempos su catálogo.
Es evidente que los 40 años transcurridos entre It’s too late to stop now (acaso uno de los mejores álbumes en vivo de la historia, tal cual) y las sesiones de 2014 en Orangefield se convierten en una distancia astronómica. Pero este Live es muchísimo más disfrutable que las últimas y dispersas visitas del genio a los escenarios ibéricos. Morrison se nos pone sentimental y emotivo, y el resultado es gozosísimo.
Un gran artista, cantante, compositor, arreglista, multiinstrumentista etc. No tan valorado como merece.
¡Nunca suficientemente, Mauricio!
En efecto, un gran directo evocador y lleno de temas relacionados con el escenario de los conciertos y su ciudad natal. Sólo por las interpretaciones de “On Hynford Street”, “In the Garden” y, especialmente, “Ballerina” con la palpable emoción del público, ya merece la pena hacerse con la grabación. Pero hay más: un “Got To Go Back”, envuelto en jazz; un “Enlightenment” magistral y un gran “God Rough Goes Riding” lleno de soul, con Dana Masters sensacional en el acompañamiento vocal, casi a la altura de las celestiales Katie Kissoon y Anna Peacock.