Todo lo que ha rodeado la puesta de largo de Figurantes invitaba, si no al escepticismo, sí al menos al desconcierto y la cautela. El anuncio de que tras su publicación seguiría tan solo una gira fugaz antes de un periodo de dos años de barbecho hacía pensar en el final de una era, y la certeza de que sus canciones se habían ido hilvanando de una manera discontinua y deslavazada, aprovechando paréntesis sin un plan claro ni predefinido, llevaba a barruntar un disco de transición o más bien un álbum sobrevenido, una colección azarosa que fue tomando forma sobre la marcha y sin que ni sus propios artífices tuvieran claro cuál era la idea nuclear ni el hilo conductor. Todas estas reticencias previas quizá fueran bien razonables, pero lo cierto es que, incluso contra pronóstico, el disco resultante de este proceso intuitivo y libérrimo no solo es bueno o muy aceptable, sino seguramente sensacional.
Frente a la relativa frialdad (germánica) de Mismo sitio, distinto lugar (2017) o el arriesgado y valentísimo ejercicio conceptual de Cable a tierra (2021), un encomiable acercamiento a la música de raíz llamado a quedarse, por su propia naturaleza, como un episodio singular y aislado, Figurantes acaba convirtiendo esa ausencia de un guion previo en el mayor de sus atractivos. Las 11 canciones del lote se reconocen hijas de un proceso liberador y de un arrollador estallido de inspiraciones plurales como no recordábamos en el cronograma de los vetustos desde los tiempos de Mapas (2011), lo que equivale a evocar aquel periodo iniciático en el que todo parecía ungido de un estado de gracia deslumbrante.
Figurantes es un disco de canciones más que de grandes hallazgos o conceptos, sin duda, pero aporta un puñado de nuevos títulos extraordinarios al fondo de armario del sexteto madrileño y recopila todos los saberes, habilidades y conocimientos adquiridos a lo largo de estos tres lustros largos de actividad discográfica de primer orden. Porque no habrá sonidos o referencias de nuevo cuño en este trabajo, ciertamente, pero si comparamos la apertura del seminal Un día en el mundo (2008), con aquel Autocrítica de regusto a Radiohead, con estos Puentes percutivos, tribales, electrónicos y hasta a ratos recitados que inauguran la nueva entrega, habremos de convenir en que la distancia es sideral. Y la evolución acumulada en esta media docena de elepés, encomiable.
Puentes constata ya de partida algunas características nucleares de Figurantes, como la adopción de una poética menos críptica y más diáfana por parte de los guitarristas Guillermo Galván y Juanma Latorre –que siguen como artífices fundamentales–, y el anhelo de empatía y calor humano que transmiten muchos de estos cortes, una búsqueda de complicidades con el prójimo que refleja en positivo el desasosiego ante unos derroteros sociales que apuntan en ocasiones hacia la deshumanización, el individualismo rampante o la autocomplaciencia boba. Vetusta Morla alza la voz en defensa de la colectividad y de la necesidad de cuidarnos, un mensaje hermoso y valiosísimo, sin que su capacidad de observación lúcida baje la guardia. Y ahí está la visión incómoda de nuestra vida ciudadana que refleja Drones, puesta al día en 2024 de la distopía del Gran Hermano que no tiene ni un gramo de inocencia como corte de clausura. O la acidísima visión sobre el (mal) uso de las redes sociales que encapsula Cosas que hacer un domingo por la tarde, un baile hipnótico, desaforado y disonante que retrata con sorna, lucidez y hasta desaliento el comportamiento tantas veces falsario e idiotizado que adoptamos para hacerle creer al mundo lo que no somos.
Son ejemplos que vamos filtrando de un repertorio sin casi mácula, en el que quizá solo 1, 2, 3 big bang parece condenado a pasar de puntillas por la memoria. Figurantes es un trabajo sin grandes singles en sentido clásico porque muchos de sus cortes merecen un recibimiento de honores máximos, con al menos La sábana de mis fantasmas, Figurantes, Catedrales o la bellísima y conmovedora La derrota acariciando el cum laude. Pucho agiganta su carisma y solidez como el vocalista más deslumbrante que recuerda el rock español en años, mejorando lo que ya parecía carecer de margen para la mejoría. El bajista Álvaro Baglietto se incorpora a la nómina de letristas –la gran joya de la corona– con la soberbia Parece mentira (“Ser uno mismo ya es ser demasiados”) y Carles Campi Campón refrenda desde la silla del productor su habilidad para provocar la chispa, para exigir a la banda un permanente y minucioso esfuerzo por el hallazgo sonoro.
Figurantes no encaja en el perfil de elepé de encanto avasallador ni evidente desde la primera toma de contacto. Qué va. Es, mucho más allá de eso, un disco formidable. El propio Galván lo calificaba hace unos días como “un discazo, dicho desde la modestia” y, lejos de parecer una bravuconada, queda como un resumen certero y esclarecedor.
Una vez más , gracias Fernando por esta delicada y amorosa reseña en la que también como en otras ocasiones,Pucho recibe los merecidos elogios en su trabajo como intérprete. Me enorgullece y complace infinitamente esta apreciación que reafirma también mi agradecimiento hacia Pucho por confiar en mi trabajo desde hace 16 años para acompañarlo cuidando su voz.
En cada nuevo disco de Vetusta Morla vuelvo a escuchar su música como por primera vez (pese a que conozco los temas desde que nacen prácticamente)cuando ya ha salido el álbum,pero siempre tus apreciaciones me revelan una nueva forma de escuchar cada canción.
Qué maravilla de comentario, Patri. Enhorabuena por la parte que te toca (que no es pequeña). Y gracias por estar ahí al otro lado, leyendo con tanto interés.
Mi favorita en este caso es “Catedrales”. Me parece brutal, y como dice Fernando, la interpretación de Pucho es bestial. No puedo imaginar a otro artista cantándola. Tuve la ocasión de verlos en el Alma Festival y en directo aún más increíble.
Pero todo el álbum son temazos: “Figurantes”, “Puentes”, “La sábana de mis fantasmas”, “Ay Madrid”, “Cosas que hacer un domingo por la tarde”…
Discazo
Si bien se primerAs al escuchar el disco completo no se digiere del todo, a partir de la segunda escucha cambia el panorama y nos hacemos conscientes de la obra de arte que asimilan nuestros oídos. El instrumental es una maravilla pero en este disco la voz de Pucho sin duda es para ponerla en un museo. Y la sabana de mis fantasmas para ponerla en repeat y entrar en trance hasta que se termine el mundo.
Muy bien expresado, Alejandra. Y muy de acuerdo con todo lo que comentas 🙂