Katie Crutchfield le ha tomado las medidas al country-rock o eso que ahora viene a denominarse americana, un género que no era originalmente el suyo, y se ha convertido en un puntal femenino de primer orden dentro del gremio. Lo que nos lleva a pensar que la septuagenaria Lucinda Williams puede pensar en que le ha surgido una heredera muy seria para heredar un trono. Lo intuíamos ya con Saint cloud (2020), el álbum con el que Waxahatchee se embalaba para coger velocidad y altura, pero la evolución resulta aún más ostensible con estas 12 canciones a fuego y pulmón, grabadas en Texas, adictivas en su capacidad de abarcar todas las variables del estilo (del guitarrazo furibundo en Ice cold al banyo o el pedal steel) e impecables en todo su recorrido: aquí no hay justificación para saltarse ningún corte, porque estaríamos cometiendo una injusticia flagrante.

 

Puede que la renovada presencia de Brad Cook, el productor que ya se había aliado con la de Alabama hace cuatro años, sirva para corroborar un sonido sólido, fresco, cercano y adorable, refrendado por una nómina de instrumentistas jóvenes e irreprochables: Spencer Tweedy se sienta a la batería, Phil Cook (Megafaun) asume el órgano, piano y demás teclados y la sorpresa la proporciona el no muy conocido MJ Lenderman, guitarrista magnífico y vocalista no menos encantador, a juzgar por la intensidad emocional que consigue en el dúo Right back to it, uno de los momentos más indiscutibles de la entrega.

 

En esta especie de estímulo recíproco, Katie parece aceptar el reto de crecer aún más en la faceta de compositora, y la atípica pieza de apertura, 3 sisters, es el mejor ejemplo de que incluso en un género tan consolidado se puede innovar: comienza estática, parca, casi inmóvil, pero va cogiendo cuerpo y determinación hasta volverse demoledora. En general, se afianza la percepción de que Crutchfield no ha contado aquí con músicos de acompañamiento, sino con una banda que se complementa, estimula, comparte sudor y parece llevar media vida en la carretera. Todo evoca a unos “viejos buenos tiempos” que repite la líder al final de la fantástica Evil spawn, aunque se trate de un recurso estético y literario. Porque Waxahatchee, en su actual formulación como quinteto, solo puede mirar hacia adelante.

 

La voz corajuda pero ocasionalmente temblorosa de Crutchfield derrocha temperamento con ese fraseo tan emotivo y sentido (ojo al corte titular, Tigers blood, convertido en himno coral justo al final del trabajo). La sombra de Lucinda asoma aquí y allá, a ratos de manera evidente (Burns out at midnight). Pero tampoco sería disparatado pensar en Chrissie Hynde a la altura de Crowbar, con uno de esos riffs de guitarra tan mayúsculos como para darnos por recordar Back on the chain gang. Háganse un regalo e inclúyanla en sus listas de reproducciones con lo mejor del año. 

 

2 Replies to “Waxahatchee: “Tigers blood” (2024)”

  1. Buenos días, Fernando. No podría estar más de acuerdo contigo. Para mí, el mejor disco en lo que llevamos de 2024, y el binomio con St. Cloud la convierte, en mi opinión, en una de las artistas norteamericanas más interesantes del momento. Es sinuosa, profunda, directa, cálida y exquisitamente compacta. Y, como pocos artistas hoy en día, siempre da la sensación de que tiene más que ofrecer…y lo cumple. En mi caso, solo me falta ver cómo se desenvuelve en directo, pero lo que he visto en internet tiene muy buena pinta.
    Muchas gracias y, si aún no las has tenido, que disfrutes las vacaciones.

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