Aún duele pensar en la temprana e irreparable pérdida de Paco de Lucía, acaso el mejor guitarrista flamenco de todos los tiempos (o quizá el mejor guitarrista que ha conocido España, sin más acotaciones), al que perdimos en 2014 con apenas 66 años. Por eso emociona de manera especial adentrarse en este inesperado The Montreux years, fruto del inmenso archivo con más de 5.000 grabaciones que fue atesorando Claude Nobs, uno de esos melómanos que también merecen nuestra gratitud eterna, a lo largo de sus cuatro décadas largas al frente del festival. La grabación es soberbia en todos los aspectos, en lo relativo a los contenidos y a la cantidad sonora de las tomas. Y además cuenta con la singularidad de aportar una visión panorámica a lo largo de tres periodos muy diferenciados en la trayectoria del de Algeciras: 1984, 2006 y 2012.

Asombra recordar la formación arrebatada (y arrebatadora), avanzadísima y rupturista que el inmortal Francisco Gustavo Sánchez encabezaba casi cuatro décadas atrás, aquel 14 de julio de 1984 en el que comparece en el Casino Montreux. La versatilidad que aportaban la flauta de Jorge Pardo, el bajo eléctrico de Carles Benavent y las percusiones mestizas de Rubem Dantas, entre otros puntales de la alineación titular, arroja momentos endiablados y extáticos como Buana Buana King Kong, aunque de aquella comparecencia también queda el testimonio de la profunda y conmovedora Solo quiero caminar y del lirismo en Alta mar.

La fórmula escogida para este The Montreux years es particularmente atractiva: ocho cortes extensos, un doble elepé en torno a los canónicos 80 minutos de duración, que va alternando las tres fechas sin orden cronológico ni afán completista, para evitar una entrega de dimensiones mastodónticas y piezas repetidas. Esta manera de quintaesenciar el material disponible permite prestar más atención a esta sucesión de hitos irrefutables. Imposible no hacer escala en La barrosa (del concierto de 2006 en el Casino Barrière), absoluto hito guitarrístico hasta extremos estratosféricos. Y obligatorio también ensimismarse, en el material recuperado de aquella misma velada, con la pletórica revisión de 17 minutos de Zyryab, probable culmen de Paco en su faceta de compositor.

A modo de contraste, las Variaciones de minera (en el Miles Davis Hall, el 3 de julio de 2012) refleja al De Lucía más íntimo y solista, otra faceta imposible de obviar en un hombre que sufría como un chiquillo en los prolegómenos de cada concierto, pero luego rubricaba numerosas noches de gloria. Las tres del festival suizo debieron de ser deliciosas, por lo que nos llega ahora en estos extractos de emoción reconcentrada. Y con unas breves pero entrañables notas interiores a cargo del amigo John McLaughlin, que apunta, con humilde emoción: “No solo era un genio con la guitarra, sino también un ser humano excepcional. No leía música, pero nunca he conocido a un músico con un oído tan impecable”. Imposible añadir nada.