De entre los álbumes con carácter póstumo, los hay necesarios y los hay irrelevantes. Este forma parte de los primeros; más bien, de los milagrosos. Produce una sensación parecida a la de Both directions at once, el asombroso “álbum perdido” que hace un par de temporadas le descubrimos a John Coltrane. Casi nadie sabía de la existencia de unas sesiones de grabación londinenses, allá por 2010, de estos dos genios de la música africana, que no tuvieron tiempo de rematarlas ni oportunidad de retomarlas antes del fallecimiento de Masekela, en 2018. De la misma manera que podíamos habernos ahorrado el disgusto de Rubberband –ese disco que Warner rechazó a Miles Davis y con el que, el pasado mes de septiembre, comprendimos que las compañías a veces tenían razón–, habría sido un dolor quedarse sin estas ocho composiciones de una vivacidad radical. Aunque, para dolor, no sea pequeño el de disfrutarlas coincidiendo con el repentino adiós de Allen, el hombre que mejor supo liderar una banda desde el fondo del escenario.

 

Rejoice conserva todo el sentido porque el punto de partida se encontraba muy avanzado y para la finalización se han puesto todos los cuidados que la empresa merecía. Nick Gold, el mismo productor de Buena Vista Social Club, fue el hombre que propició el encuentro en la capital británica, y en ese mismo escenario tuvieron lugar estos meses pasados unas pinceladas finales que nunca se dejaron al azar. Entre los participantes, figuras de renombre en esa nueva aristocracia del jazz británico: desde el saxofonista Steve Williamson al teclista Joe Armon-Jones, un veinteañero con la furia de la calle en los dedos. 

 

No hay apenas aportaciones vocales, pero Masekela sí se dio el gustazo de alzar la voz en Never (Lagos never gonna be the same) con un recuerdo emocionado al viejo amigo Fela Kuti, el padre del afrobeat, y el aviso de que “Lagos nunca será lo mismo sin él”. El resto es el puro placer de la camaradería, con amplios márgenes para la improvisación, el bebop precoz del sudafricano Hugh y los ejercicios polirrítmicos de Tony, el hombre que se sabía “institución” con unas baquetas entre las manos. Tenía motivos para sacar pecho. Este disco es solo una prueba más de su magisterio pasmoso, pero… bendita prueba.

 

Los dos viejitos quisieron concluir (We’ve landed) con un mensaje a la sucesión, con ese “Ahora es cuando empieza vuestro trabajo”. No será sencillo encontrar a un par de músicos capaces de tomar el testigo sin que se les venza de las manos.

 

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