Nacho Para es probablemente un romántico, y con toda seguridad un valiente. Desengañado del periodismo cultural, pese a que ejercía un puesto de relevancia (redactor jefe en El Periódico de Cataluña), aparcó la libreta de notas y la sustituyó por el papel pautado, atendiendo a esa voz interna que llevaba tiempo susurrándole, o quizá ya avisando a grito pelado, de que priorizase su pasión por la guitarra y la canción norteamericana. De regreso desde hace unos años a sus coordenadas cartageneras, donde vive en zona huertana y se ajusta a los tradicionales parámetros del autoabastecimiento, dedica ahora todos sus esfuerzos a esta faceta musical que alcanza ya su tercera entrega, de largo la más brillante y meritoria de la colección. Bantastic Fand empezó hace un lustro como la humilde presentación en sociedad de un dylanita de tomo y lomo, un hombre que ha escuchado al bardo de Duluth desde todos los ángulos posibles y que refrendaba esas influencias, más que evidentes, incluyendo como norma alguna versión del amigo Zimmerman cada vez que pisaba el escenario. Strong enough to refuse (2014) fue una tarjeta de presentación elocuente, refrendada dos temporadas más tarde por Welcome to desert town, pero ambas entregas, aun siendo interesantes, parecían también un ejercicio de estilo, una toma de contacto. Somebody’s world supone en ese sentido un enorme paso adelante, la primera oportunidad en que el sexteto murciano asume una personalidad decididamente propia y no solo referencial. Son 12 canciones plurales, ricas, diversas, a menudo en estado de gracia o cerca de él. Ya solo la apertura, ese You con aires de swing y hasta de manouche, da muestras de que la criatura bandástica toma altura y adquiere personalidad, y el estupendísimo tema central refrenda esa percepción: Somebody’s world es tan brillante, por sonido y desarrollo, que a veces queremos imaginarnos a George Harrison susurrándosela a Para al oído. El ascendente de don Roberto vuelve a aflorar en I can’t tell you what to do, con el jefe de filas casi imitando el timbre de voz de Dylan. Pero es en la segunda mitad del álbum, repleta de medios tiempos que van calando a cada nueva escucha, donde se confirman ya para siempre las bondades de este álbum. El aliento de Wilco, Neil Young o los Jayhawks (Paloma del Cerro toma por vez primera la voz cantante en Smiling, a lo Karen Grotberg) está presente en unas páginas con las que nuestros predicadores murcianos del americana pueden sacar pecho definitivamente. Habrá influido también la incorporación al grupo de Fernando Rubio, músico curtido y versátil que aporta aquí un gran tema propio, Ancient light. Pero ahora queda claro que Nacho Para no era un suicida cuando decidió sustituir el calor de la redacción por las incertidumbres de la carretera.

 

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