La mujer intrigante y sofisticada que conocemos con motivo de A common turn (2021) y, sobre todo, in|FLUX (2023), se ha dulcificado a oídos vista, y todo parece indicar que la reconfortante medicina del amor está detrás de un proceso que más parece una sanación (y una mutación). Puede que no conozcamos con detalle de qué heridas ha estado curándose, pero la mujer de mirada límpida y aspecto reluciente que emerge entre la vegetación para contemplarnos, bondadosa, desde la portada está lejos de aquella creadora experimental, inquietante y profunda que afrontaba alianzas con diablillos sonoros como Mike Lindsay para aportarnos un argumentario más rico en interrogantes que en respuestas.
Anna B Savage ha evolucionado para decantarse por el abrazo y por la luz, y la evolución se materializa con esta entrega breve, emotiva, preciosa y preciosista en la que el “nosotros” siempre prevalece sobre el “yo”. Y para la que, de hecho, la Tierra adquiere en el título una orgullosa “E” mayúscula” mientras que el “I” prefiere pelearse con la ortografía inglesa y conformarse con una humildísima caja baja. Toda una sutil pero inequívoca declaración de intenciones: a Savage le motiva ahora el calor de la nueva persona amada, pero en igual medida la acogida generosa que le brindan las latitudes irlandesas, su nueva tierra de adopción. Quién lo duda: cómo no sentirse arropado en Irlanda.
La cantautora londinense apuesta desde Talk to me, arranque sereno y cómplice, por esos arpegiados abiertos que remiten sin ambages al ideario de Nick Drake, y otorga preferencia a sonidos ambientales de pájaros, oleaje y naturaleza antes de que la batería haga tímido acto de presencia, a partir del minuto 1 del maravilloso y delicadísimo segundo corte, Lighthouse. Quienes recuerden la voz grave, poderosa y melismática de Susan McKeown, irlandesa emigrada a Nueva York, la asociarán precisamente con un primer canto de amor inequívoco a Irlanda, Donegal, mientras que el contrapunto del afecto carnal (a Ronnie, a juzgar por la dedicatoria del elepé) es más nítido en páginas de entrega al prójimo como I reach for you in my sleep o The rest of our lives.
La tierra que pisa Anna es húmeda, próspera y acogedora. Y su amor por la isla esmeralda y la herencia de Drake se vuelven incontenibles, diáfanos y conmovedores en Mo Cheol Thú, donde acaba cantando (en inglés, pese al título), arropada por cuerdas y un clarinete: “Tú eres mi música, tú eres mi musa / Cantaré durante horas y escribiré todo un disco sobre ti”.
“Mo cheol thú” significa “eres mi música” en gaélico. Y esa comunión con el sonido y el latido de la isla se vuelve dulce y adictiva, más aún si la joven cantautora de Wicklow Anna Mieke se suma a la causa para Agnes. You & i are Earth crece y se consolida así como un primor. Un regalo. Y, seguramente, la mejor versión de Savage que conocíamos hasta la fecha.