¿Cómo es posible que Juan Gómez, paradigma de la humildad y el desapego por la grandilocuencia, haya llegado tan lejos? ¿Lo ha hecho incluso renunciando a ofertas suculentas, a tentadores mordiscos a la manzana de ese colosal mercado transoceánico? Sin duda: respondamos un sí a todo. Kanka arriba a este quinto álbum haciendo alarde de independencia autosuficiente, tapándose los oídos ante los cantos de sirena que le han seducido, perseverantes, a lo largo de los años.

 

Acumula sus buenas 75 canciones a las espaldas, algunas relevantes y muy difundidas, pero no ha dejado de concederse, aquí y allá, la importancia justa. Ya se encarga él mismo de que los ojos no le hagan chiribitas cuando trascienden cifras de escuchas millonarias para sus criaturas más dichosas. Prefiere siempre tirar de oficio y de llaneza, predicar con el ejemplo de la autocomplacencia muy restringida. Juan es un currante y tiene muy interiorizada esa enseñanza según la cual el ser humano jamás debe concederse relevancia en demasía, seguramente porque él ya aprendió que, en este juego, lo único de verdad trascendente es la vida misma.

 

Reflexionar sobre los avatares cotidianos, grandezas, miserias, inquietudes, hermandades, pequeñas conquistas y pérdidas imposibles de calcular; sobre los sobresaltos consustanciales, en definitiva, a nuestra condición de bichos vivientes, fue lo que condujo al título mismo del álbum y a su canción homónima, nueva joya irrefutable en la colección de piedras preciosas sonoras que este gemólogo de la canción lleva tallando, minucioso y tenaz, desde sus buenos tres lustros a esta parte. “Cosas de los vivientes”: qué gran ocurrencia –por aquello de ser precisos con las autorías– de la psicoterapeuta de nuestro artista. Y no, no se la imaginen pronunciando esas cuatro palabras con acento porteño, porque la buena mujer resulta ser venezolana.

 

No es normal lo que consigue Juan Gómez cuando se coloca frente al micrófono, aunque él negará con expresiva tenacidad esa anomalía. No encaja en ningún parámetro cotidiano que un artista pueda ventilarse, entre el mediodía y una sola tarde, la inmensa mayoría de estos cincuenta y tantos minutos de música. “Kanka hoy está que se canta encima”, dictamina Pek, la ilustradora, con la elocuencia de quien acaba de encontrar otro título para un álbum futuro: Cantándonos encima. Carlos Manzanares, el productor, dictamina: “Ha pegado el gran estirón. Siempre cantó bien, pero ahora la voz se le ha vuelto envolvente”.

 

Llega el momento de afrontar Cosas de los vivientes, la canción titular, y las instrucciones de Manzanares suenan aún más heterodoxas. “Canta sonriendo, Kanki”. Desde el otro lado del cristal recibe como respuesta un gesto entre incrédulo y atónito, pero él reincide. “No, no te estoy hablando en broma. Si la cantas sonriendo, la clavas”.

 

Y es verdad. A Kanka, en este disco, se le escuchan cada una de las sonrisas.

 

(Este texto es una breve adaptación de distintos fragmentos del relato El hombre tímido que nunca le cayó mal a nadie, que ilustra el proceso de grabación de Cosas de los vivientes y aparece íntegramente en el libro-CD del álbum)

2 Replies to “El Kanka: “Cosas de los vivientes” (2023)”

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