Orville Peck es un personaje pero, por encima de todo, una fascinación. A nadie le pasará inadvertido su aspecto algo más que estrafalario, definido por esas aparatosas máscaras que él mismo elabora a mano y de las que dice contar ya con más de dos docenas de modelos distintos. Pero tras el enigma en torno a un hombre del que apenas sabemos nada (según la revista Brooklyn Vegan, Peck sería el alias de un tal Daniel Pitout, músico de origen sudafricano afincado en Toronto) emerge la excelencia de un lenguaje propio, singularísimo, adictivo y, más meritorio aún, muy identificable desde la primera escucha. Abre fuego Dead of night y se disparan todos los detectores de músicos con encanto: Orville parece mostrarse como un vaquero a la vieja usanza, como sus idolatrados Merle Haggard o Willie Nelson, hasta que el estribillo le conduce a un emocionante falsete que nos trae a la memoria a… ¡Boy George! ¡O a Marc Almond! La no menos espléndida Turn to hate recuerda al country alternativo de Green on Red, la sombra de Chris Isaak gravita sobre Big sky y la muy encantadora Roses are falling se queda en la frontera entre Elvis y Roy Orbison. “Soy un vaquero fuera de la ley”, alerta Peck en sus escasas y lacónicas manifestaciones públicas, y este debut lo certifica en cada compás. Los silbiditos de Take you back nos hacen pensar en una versión masculina de los discos más campestres de k.d. lang, igual que parece evidente que los guiños queer que salpican aquí y allá todo el álbum nos colocan cerca del universo de Brokeback mountain. Si quieren una prueba definitiva a este respecto, escuchen Hope to die e imagínenla en la garganta de Morrissey. Sería lo más maravilloso que nos hubiera ofrecido Moz en una larga temporada.

 

 

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