Sí, lo sé: Rod Stewart es un personaje que se presta a la caricatura. Que si le interesan más las mujeres que la música, que si ejerce de depredador, que si casi todas sus grandes canciones provienen de firmas ajenas, que si no volvió a publicar un álbum decente desde que en 1975 dio el portazo en Mercury… Todo ello es cierto en cierta o buena medida, de la misma manera que su larga y exitosa colección de “American standards” merece convertirse en banda sonora de todo el parque mundial de ascensores. Pero sucede también que el escocés sube a un escenario y podía arder Troya. Lo era, sin duda, allá por 1976, según atestiguan estas grabaciones incendiarias, voluptuosas, impregnadas de un sudor secretado sin pausa. Resulta que en los ochenta grabó algunos éxitos de encanto inconfesable, pero ante los que a estas alturas de la película ya podemos descubrirnos. Y que su faceta acústica de los noventa era elegante, hábil, muy delicada y exquisita en la manufactura. De todo eso se da cuenta en esta caja antológica, cinco horas de dulce empacho, una joya no muy divulgada que admite un disfrute indisimulado y plural: no hace falta ser el devoto más acérrimo del rubio, en contra de lo que pudieran sugerir este tipo de retrospectivas. Qué va. En realidad, me flipan estos álbumes en directo que no recogen solo una noche en fecha y lugar concretos, sino que sirven de visión panorámica alternativa al consabido “Greatest hits”. Me vienen a la cabeza otros dos ejemplos mastodónticos y maravillosos: aquel “Live 1975-1985″ de Springsteen” y los cuatro cedés del “Live” de Tom Petty. Esta caja de Rod bien puede postularse como una estupenda medalla de bronce

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *