En el difuso capítulo de “las mejores canciones de todos los tiempos”, epígrafe tan enfático y solemne que siempre pareció imposible de delimitar, habría que garantizarle hueco vitalicio a Father and son. La vieja definición de canción como una historia cantada y desarrollada a lo largo de tres o cuatro minutos cobra sentido pleno con aquella gloriosa ocurrencia de nuestro viejo amigo Steven Demetre Georgiou, que imagina un diálogo integeneracional y adopta su registro más grave para el progenitor mientras apura los agudos para las respuestas del vástago. Dos cantantes en uno, dos maneras de afrontar la vida, el haz y el envés de la existencia: no es fácil concentrar tantas emociones y lecturas en 220 segundos históricos, magistrales.
Pero no eran los únicos en este disco con tantas lecturas como aguantaran sus surcos: creo que mi ejemplar casi devastado no fue el único que apuró su resistencia física entre mis conocidos, porque este era un álbum para escuchar hasta la extenuación. Cat Stevens era a principios de la década un creador tocado por los cielos, cualquiera que sea el Dios o profeta que los habite. Este trabajo venía antecedido por Mona bone jakon y le sucedió Teaser and the firecat, todo ello en apenas nueve meses: una trilogía fabulosa para un chaval que ya había emergido como postadolescente en la década anterior (The first cut is the deepest) y que a estas alturas aún solo estaba celebrando su cumpleaños número 23.
Tea… es el trabajo intensamente espiritual de un veinteañero disconforme con el rumbo materialista y deshumanizado del mundo moderno, pero con el instinto de un cantautor de melodías irrefrenables. Era imposible no emocionarse con la intensa melancolía de Wild world o Sad Lisa, con la congoja que alienta Where do the children play? o But I might die tonight, con la gravedad serena de On the road to find out. No era normal lo suyo: escribir tanto y tan temprano, pero, sobre todo, con esa carga de profundidad.
Vendrían, ya lo sabemos, discos menos inspirados y episodios más oscuros, pero a este Cat Stevens joven e inmerso en su rebeldía interior le seguiremos queriendo siempre. Igual que al Yusuf maduro que se reconcilia con su pasado y rescata la guitarra, a ese sabio barbado que firma con los dos nombres y recupera, con orgullo más que legítimo, todo aquello que le hizo único e inmortal, con indepedencia de lo que dictaminen los dioses.
Lo descubrí con 15 años y desde entonces lo sigo. Tengo todos sus discos y el año pasado.lo disfruté en directo. Una maravilla.
Siempre será grandioso escucharlo obviamente a mí me atrapo en la secundaria con tren de La Paz y otras pero era a alguien q teníamos ahí siempre como una referencia para el ADOLECENTE Vivas inquieto y tímido q fuimos gracias
Fantástico álbum. Cuantos recuerdos de adolescente. A mis 64 años ha formado parte de mi vida. Esa trilogía es una maravilla y para mí ha perdurado en el tiempo. Los grandes discos son asi. Estas selecciones hacen falta, tanto para los que vivimos otros tiempos y harán que las nuevas generaciones conozcan música elaborada con buenas partituras y buenas letras. Hoy eso apenas se encuentra. Un abrazo Fernando
Qué bonito y emotivo leerte, Pablo. Gracias a ti por escribir y compartir vivencias, emociones y sensaciones. Un gusto. ¡Salud!