Cuesta superar la sensación de perplejidad que se nos aferra a las entendederas cada vez que constatamos –y sucede con creciente frecuencia– la inquina con que una parte de la crítica musical suele despachar a Sting. Sí, claro que algunos discos como Mercury falling o Sacred love pueden entrar sin muchos miramientos en los catálogos de obras rutinarias, de la misma manera que se necesita mucha adhesión a la causa para interesarse por las divagaciones navideñas de nuestro personaje o aquel periodo en que se nos volvió devoto de los clásicos renacentistas para laúd. Pero, ojo, estamos hablando del padre de The Police y creador de al menos dos docenas de himnos para la posteridad intergeneracional. Y de un tipo con bastantes arrestos como para, en lo más alto del cetro internacional, darle portazo a uno de los grupos más exitosos de la historia y debutar en solitario con este trabajo desconcertante y brillantísimo, casi más cercano al jazz y los ritmos globales que a nada que pudiésemos colocar en la estantería del pop.

 

Por más que sigan transcurriendo los veranos, a estas Tortugas Azules es imposible negarles su capacidad para el deslumbramiento. Aquel sonido era elegante y reluciente, o más bien exuberante, y gran parte de aquellas piezas con las que Gordon Matthew Sumner descolocó al mundo lo resisten todo: el deslumbrante saxo de Branford Marsalis para If you love somebody, set them free, el plácido aroma reggae que mece Love is the seventh wave y, muy en particular, ese toque noctámbulo de Nueva Orleáns en Moon over Bourbon Street, a estas alturas ya un standard tan hermoso y humeante que a cualquiera le habría gustado escuchar en los labios de Chet Baker.

 

El Aguijón británico tenía por entonces 33 años, una cuenta corriente inabarcable y el mundo entero a sus pies, pero prefirió jugársela, cambiar el paso, apostar por la vida adulta y emprender un camino que en ese momento nadie había previsto. Obró con un sentido inusitado de la libertad y del compromiso con la obra propia. Y a eso se le llama valentía, o audacia, o una mezcla de las dos. Con el tiempo le han reprochado a Sting hasta que siga escribiendo canciones sociales desde su posición económica privilegiada, como si solo estuviera legitimado para hablar de joyas y cruceros. A veces somos así de absurdos.

3 Replies to “Sting: “The dream of the blue turtles” (1985)”

  1. Sting es un gran escritor de canciones: me gustan muchas de sus letras porque tienen una cierta narrativa: cuentan historias que me resultan interesantes, a diferencia de la mayoría de las canciones del pop-rock. Sting ha sido un artista valiente, que no siempre ha hecho lo que se esperaba de él. Pero supongo que hay mucha gente que no le perdonó en su momento los cambios de estilo, sobre todo cuando tuvo un gran éxito comercial con sus primeros álbumes en solitario. Este primer disco fue una maravilla: no sólo tiene grandes canciones, sino que acercó al pop-rock otros sonidos a los que la mayoría estábamos poco o nada habituados.

  2. Este y su segundo disco son magníficos … por encima del 9 … Deberían ser de escucha obligada en los colegios … a ver si alejamos a la juventud de la basura que escuchan hoy en dia …

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