Nunca quedarás bien ante tus amigos si admites que en algún momento de tu vida escuchaste a Toto. Yo, que a estas alturas soy un desvergonzado, lo asumiré aquí, aunque sea con matices. Toto representaban (y lo representan aún: las canas no les han impedido seguir en danza) la quintaesencia del AOR, grandilocuentes y atildados a partes iguales. Y con sus buenas gotitas de ñoñería en esas canciones de amor dedicadas siempre a mujeres cuyos nombres acababan en A (“Rosanna”, “Holianna”). Todo lo antedicho es tan cierto como susceptible de estomagar, pero este segundo disco de la banda, contra toda lógica o pronóstico, no solo era solvente sino que mantiene muy bien el tipo cuatro décadas después. Sobre todo la cara A, con un tema central extenso, ambicioso y sugerente, casi sinfónico; un “St. George & the dragon” musculoso, seductor( y esa casi balada, “99”, que aún resulta muy grata, sobre todo si no le prestamos demasiada atención a su delirantes versos principales: “Noventa y nueve, te quiero (…) Tú sabes que te quiero, noventa y nueve”. En el lado B podemos saltarnos “All us boys”, pero “Mama” recupera el pulso con su espléndida interpretación vocal y “A secret love” es una coda etérea e inesperada, casi una caricia de sintetizadores para la ensoñación. Toto venían de un debut enormemente exitoso, del que “Hold the line” sigue sonando millones de veces, y desembocarían en un tercer álbum espeluznantemente malo, “Turn back”. Pero, sorpresa, este “Hydra” se conserva mejor de lo que te crees.