Nada más comenzar a escuchar The answer, el tema titular e inaugural para este trabajo del jovencísimo Jakob Manz y sus no menos tiernos cuatro acompañantes, viene a la cabeza aquel David Sanborn que trascendía las fronteras del jazz durante la década de los ochenta y terminaba encontrando audiencias transversales con álbumes como Voyeur o A change of heart. Resulta luego que el propio Manz, este sorprendente diablillo alemán del saxo alto, acaba confesando ese ascendente en las notas interiores del propio disco, donde admite que tanto Sanborn como Marcus Miller o los Brecker Brothers “forman todos ellos parte de nuestro ADN”. Pero cuando nos disponemos a certificar otro ejemplo actualizado de ese jazz-fusión impoluto y resultón, pero insípido, Jakob y su muchachada proponen un vigoroso golpe de timón y se olvidan de la hoja de ruta. Empezando por Voyage suréel, el segundo corte, en el que la presencia del cantante y guitarrista de Benín Lionel Loueke imprime al conjunto un inusitado y delicioso aroma a África Occidental.

 

Tres cuarto de hora después, tras ratificar la magnitud del esfuerzo, solo queda anotarnos ya para siempre en la memoria el nombre de esta criatura, porque el recorrido que se vislumbra para él en la escena del jazz europeo es inabarcable. The answer es la segunda entrega del Project y el cuarto álbum de Manz en el cómputo global, un bagaje ya de por sí prodigioso si reparamos en que el rubio instrumentista es hijo del siglo XXI (nació en 2001) y asistimos, en consecuencia, a sus primeros pasos. Aunque todo es relativo: sus biógrafos anotan que ya con tres años “tamborileaba con cucharas de madera en las ollas y sartenes de sus abuelos” y que a los cinco ya se integró en una banda de trombones “con la que realizó sus primeras actuaciones públicas en servicios religiosos”.

 

¿Un talento precoz? ¿Un niño bonito para el viejo continente? La respuesta, puestos a parafrasear, es un inequívoco sí. La querencia por el funk de este muchacho curtido en el circuito de clubes jazzísticos de Stuttgart es evidente (Keep on burning), pero incluso en una página de filiación tan nítida se incorpora un instrumento tan poco ortodoxo en el género como el alforn o trompa de los Alpes, cortesía de Matthias Schriefl. Tampoco veíamos venir el violín clásico que asoma por Le réve du Papillon ni la filigrana progresiva que anida en Isla Sorna. Y Prospering, aun con saxofones de por medio, solo es concebible después de haber escuchado muchas horas al Pat Metheny Group. Quizá aún sea pronto para echar las campanas al vuelo, pero este Jakob Manz se empieza a ganar un hueco de honor en nuestras estanterías.

 

 

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