El amor es fuente y presagio de fascinación, agonía e incertidumbres, pero la historia a veces acaba bien. Así lo vive Christopher Duncan, este extraordinario y todavía no bien divulgado compositor de Glasgow –igual les suena el nombre de esa ciudad–, un treintañero con algunos discos inquietantes y hasta tortuosos que esta vez no ha dudado en ponérsenos romántico, incluso meloso, para compartir la felicidad de su reciente enlace marital con su novio de toda la vida. De ahí nace este disco lindísimo y de sonoridad rematadamente anacrónica, una invitación a retrasar el reloj no menos de medio siglo para encontrarnos con las enseñanzas que impartieron Scott Walker, Burt Bacharach, Michel Legrand y tantas películas de amor con alma parisina.

 

Ni siquiera Divine Comedy había llegado tan lejos en ese empeño por reencontrar la gran melodía del pop. Diez años más tarde, cuesta adivinar en los surcos de It’s only a love song al mismo autor de Architect (2015), un debut extraordinario que se escoraba mucho más hacia los envoltorios de la electrónica. En la colección que ahora nos ocupa, en cambio, el compromiso es tan fuerte con la melodía inmortal como con una visión sentimental e indisimulada de la vida. Duncan pone su voz tenue, frágil y vaporosa al servicio de un repertorio cinematográfico y evocador hasta en los mismos títulos de sus 11 episodios: Lucky todayTriste clair de lune, DeliriumTime and again…

 

El compromiso afectivo es tan estrecho que el escocés, violista rudimentario, coloca a sus propios padres –músicos clásicos retirados– en el corazón de la sección de cuerdas. Y ni siquiera le importa bordear los fondos etéreos de Enya con ese Worry construido a cámara lenta en torno a unos arpegios ultraclásicos de piano.

 

It’s only… es, en efecto, un álbum más propio de otros tiempos, sobre todo porque ahora mismo no se estila una escritura tan preciosista ni conmovedora como la de este nuevo discípulo musical prodigioso de nuestra querida raintown escocesa. La vida puede ser hermosa, parece susurrarnos al oído el bueno de Chris en capítulos como The space between us, que explican por sí mismos que el autor haya decidido retratarse en las fotos promocionales con los ojos cerrados. Porque la felicidad tiene algo de ensoñación, pero Delirium o Think about it encarnan su primaveral banda sonora mientras esa dicha dure. Qué pena que Bacharach no haya llegado a conocer un epílogo como Time and again, una balada que podría pasar por villancico y en la que C Duncan maneja la repetición instrumental de la melodía vocal como solo sabía hacer el maestro.

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