Después de seis años sin dar señales de vida, parece que los chicos (y chica) de Bloc Party se han tomado muy en serio lo de dar un golpetazo sobre la mesa. La metáfora percutiva es aún más pertinente si tenemos en cuenta el soberbio papel que la joven batería Louise Bartle, embarcada en la tripulación desde 2015, desempeña en el sonido resuelto, decidido y musculoso que vertebra estos 12 nuevos cortes. Alpha games no pretende revolucionar el panorama del indie internacional ni provocar quebraderos de cabeza entre seguidores consolidados o de nuevo cuño; de hecho, puede que el principal de sus inconvenientes sea su empeño, a veces obvio, de retomar el cauce del debut (Silent alarm, 2005) y revivir aquellos fulminantes laureles. Pero quienes no conservaran en la memoria aquel antecesor ya alejado, he aquí un delicioso acicate para la electrocución anímica fulminante.
Estos Juegos Alfa, en efecto, son arrolladores las más de las veces; dinámicos, osados y divertidos incluso en sus formulaciones más oscuras y cercanas al post-punk (Rough justice, Day drinker). Por eso, los momentos más expansivos llegan a ser adorablemente bullangueros (los dos primeros adelantos, The girls are fighting y Traps). No del todo melódicos, porque no figura entre las señales de identidad de la casa, pero sí repletos de ganchos y triquiñuelas rítmicas y tímbricas para mantener al oyente con la oreja pegada.
Todo es muy lúdico y efectivo desde esa perspectiva, lo que tiene aún mayor mérito si los firmantes ya no son unas cándidas criaturas recién aparecidas por estos mentideros. Quizá las ansias evasivas que se nos han agudizado con las incertidumbres de la pandemia alimenten este espíritu tan juguetón, pero lo cierto es que ni siquiera las baladas, como Of things yet to come, rebajan del todo la velocidad ni menos aún la densidad sonora. Este es un disco envolvente, incluso pícaro y lujurioso (Sex magik) cuando procede quemar las naves. Saldremos indemnes de estos 40 minutos, pero dulcemente zarandeados.