Es muy probable que no logres tararear ninguna de estas 11 nuevas canciones de Friendship. Pero también resulta ciertamente plausible que este hombre de la caverna en pleno despertar acabe encontrando un hueco de honor en tu estantería como uno de los discos destinados a dejar huellas (y arañazos) en este 2025. Dan Wriggins es un hombre de voz tristona, apariencia desvalida y escritura atribulada, pero los tiempos requieren de experiencias intensas e inmersivas como esta, una invitación formal a compartir un mundo de incertidumbres y preguntas eminentemente poéticasCaveman wakes up no pretende alegrarnos el día, pero sin duda reúne la virtud de ensancharnos la mirada.

 

Rara vez una pegatina de portada ofrece tanta información como este caso que nos ocupa. En lugar de enumerar las canciones más destacadas (¡difícil elección!) o de ensalzar a algún invitado ilustre (las colaboraciones brillan por su ausencia y el propio cuarteto de Filadelfia asume la producción), el texto es una pequeña travesura promocional que no podemos resistirnos aquí a traducir: “Un disco para dormir y despertar, caminar y conducir, cazar e ir de pesca. Para merodear en torno a una casa de carretera en la tundra embrujada”. No, no sirve para hacerse una idea nítida del contenido, pero refleja la mentalidad evocadora, librepensadora y dispersa de Wriggins. Y a continuación se explicitan como influencias a Bonnie “Prince” Billy, Bill Callahan, MJ Lenderman y Jason Molina, y no somos nadie para contradecir a la banda en sus debilidades confesas. Pero intuimos que Caveman… también enamorará a los devotos de The National/Matt Berninger (en modo lo más depresivo posible, eso sí), Death Cab for Cutie, Steve Wynn o, ya puestos, Hamilton Leithauser. Resumamos semejante nómina de manera enfática e inequívoca: sí a todo.

 

De lo que cabe deducir a poco que atemos cabos entre unas canciones y otras, Dan acaba de sufrir un descalabro sentimental y podemos atribuirle a este Hombre de la caverna la condición mítica y exigente de álbum de ruptura. A partir de ahí habremos de lidiar con el talante depresivo del autor a la hora de afrontar la vida cotidiana, pero es esa intensidad acongojada la que dota de personalidad estos tres cuartos de hora de música absorbente, bella y ensimismada. Nadie comete ahora el suicidio de abrir un álbum con una pieza en la que tardamos un minuto en escuchar la voz del cantante, pero así se las gastan Friendship con su tema inaugural, Salvage title. Tampoco son habituales las autoflagelaciones en la era de la impostura (eso que el castellano contemporáneo ha reformulado como postureo), pero Wriggins es poco indulgente con sus propias miserias y no deja de compartir heridas y farfullar diatribas. 

 

La presencia de flautas, clarinetes o violines invitados aporta pinceladas de color en episodios como la pieza final, Fantasia, mientras las guitarras eléctricas se desinhiben y hacen más accesibles cortes tan estimulantes como All over the worldLove vape. Pero lo mejor es eludir la tentación del picoteo y concebir la quinta entrega de Friendship como una obra conceptual. Porque lo es, aunque Dan Wriggins y sus socios no sean tipos propensos a darse importancia.

 

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