Who by fire es un disco agradecido y a la vez –al menos en parte– inesperado. Las hermanas suecas que desde hace ya una década larga llevan fascinándonos como First Aid Kit quisieron en la primavera de 2017 rendir tributo sobre los escenarios a uno de sus máximos referentes, Leonard Cohen, un homenaje sobre el que generaron unas expectactivas que, por lo que comprobamos ahora, cumplen con creces. Lo desconcertante, en consecuencia, es que Johanna y Klara hayan esperado cuatro temporadas para entregarnos un álbum al que ya habíamos perdido la pista. Este doble elepé (en precioso azul intenso, por cierto, para los fetichistas del vinilo) se constituye así en un regalo tardío, pero quizá así todavía más gozoso: porque nos deja esa sonrisa incontrolable del niño al que le llega la bici mucho después de la llegada de los Reyes Magos al salón.
La pérdida de Cohen estaba todavía muy reciente en aquella primavera sueca, así que el acto de justicia, válido en cualquier circunstancia, disfrutaba del aval añadido de la pertinencia. Las Söderberg se aproximan con rigor a la empresa, muy bien arropadas en el Royal Dramatic Theater de Estocolmo por músicos locales a los que apenas conocíamos (con la salvedad de Loney Dear, reciente protegido de Peter Gabriel en su factoría de Real World). Y además no se limitan a los clásicos primeros e ineludibles, de Suzanne a Chelsea hotel #2 , So long, Marianne, Sisters of mercy o Famous blue raincoat. El repaso llega hasta una conmovedora lectura de You want it darker, entonces máximo emblema para la despedida del maestro, aunque con el tiempo descubriríamos el impredecible (y bendito) epílogo de Thanks for the dance (2019).
Dejan Klara y Johanna incluso hueco para honrar al Cohen poeta, con escala especialmente emotiva en el caso de The ashmatic: una relación de argumentos vitales por los que “no puedes respirar” que a día de hoy, inevitable y terriblemente, alcanza una connotación vírica adicional. Pero Who by fire hace, sobre todo, buena la impresión de que el cancionero del gran Leonardo disfruta de un latido renovado en otras gargantas. Y nos obliga a parafrasear aquel lema que la CBS popularizó sobre Dylan, otro bardo de timbre singularísimo que parece sonar de manera más canónica en otras gargantas: “Nadie canta a Cohen como Cohen”.
Aun en ese caso, asomémonos, por favor, a una oración como Show me the place, compartida aquí con la voz masculina del joven y soberbio Jesper Lindell. Y corroboremos, de paso, que It it be your will es uno de los artefactos músico-poéticos más hermosos que ha concebido el género humano.
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