El de Joan Armatrading es un caso bastante insólito, porque nunca ha llegado a gozar de la popularidad ni el predicamento que cualquiera habría pronosticado a mediados de los setenta, cuando rubricó el único casi-éxito de su carrera (Love and affection, 1976), pero tampoco ha desfallecido con los años e incluso ahora, incorporada a la condición de septuagenaria, se ha reactivado con movimientos audaces e impredecibles. Este mismo álbum de título kilométrico, el elepé número 21 de su historial, representa un ejemplo evidente de que casi todo resulta singular y atípico en esta británica nacida en las caribeñas orillas de las Antillas Menores: son canciones de estructuras alambicadas y acabados caseros, a veces toscos, que acaban volviéndose extrañamente contagiosas y adictivas a medida que nos vamos familiarizando con esa fisonomía casi picassiana.

 

En un momento en que Armatrading podría ejercer de vieja gloria (74 años la contemplan) y rodearse de una cohorte de seguidores, discípulos y lugartenientes de alto perfil, el camino elegido es justo el opuesto. Cómo ocurrió esto y qué significa es un trabajo autogestionario hasta las últimas consecuencias y, por tanto, también hasta la última nota: Joan Anita Barbara Armatrading no solo compone y escribe, sino que se encarga de todos los instrumentos y programaciones en su estudio casero, donde solo consiente el respaldo de un par de ingenieros de sonido.

 

Todo ello contribuye a que algunos ingredientes suenen poco pulidos, incluso dispersos y desperdigados, empezando por esas cajas de ritmo que parecen más propias de una maqueta primigenia que de una grabación definitiva. Pero el desconcierto inicial deriva enseguida en motivación, sorpresa y audacia. I’m not moving, 25 kisses o I gave you my keys suenan heterodoxas y trompicadas hasta que nos descubrimos tarareándolas compulsivamente muchas horas después de haberlas escuchado por vez primera.

 

Son los lujos de la edad madura y la mente despierta. La artista de Basseterre ejerce el apostolado del hazlo-tú-mismo desde el goce de la experimentación y la libertad, ese mismo placer por el derribo sistemático de barreras que le llevó hace menos de dos años a estrenar en Londres su Sinfonía número 1 con orquesta de postín y ante la perplejidad de sus círculos habituales dentro de la canción de autor. En ese sentido, How did this happen no es tanto un artefacto de pop (que también) como la plasmación de una travesura que, como tal, tampoco nos llega exenta de trastadas. Así, los dos cortes instrumentales, el guitarrero Back and forth y el grotescamente pachanguero Now what, son dos disparates que ningún productor le habría avalado o consentido. Pero suman apenas seis minutos y no nos vamos a privar, por su culpa, de la suculenta media hora restante.

 

Armatrading ni siquiera es canónica en la formulación vocal, a veces corajuda y otras más desastrada. Pero sus mismas imperfecciones y hasta provocaciones la terminan convirtiendo en un maravilloso bicho raro. Por eso How did this… despierta una simpatía que linda abiertamente con las buenas vibraciones: es música vital, luminosa y despierta para unos tiempos ominosos en los que no podemos resignarnos a vagar inmersos en una espesa sombra.

 

 

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