Los radares de los cazatalentos han girado bruscamente en dirección a Liza Anne, una muchacha de Georgia con 24 añitos recién cumplidos, el equilibrio exacto entre ternura y coraje y la sensación fundamentada de guardar muchas historias sustanciosas que transmitirnos a través de su escritura. Debe de ser maravilloso debutar con esa juventud insultante (y exultante) y hacerlo con un sencillo como Paranoia, aunque la pegatina de portada es un poco mentirosa: en realidad, Anne contaba ya con un par de trabajos previos en el circuito local y Fine but dying supone algo así como su graduación por el ancho mundo.

 

La ambivalencia del título, eso de que estamos bien pero nos morimos, explica de alguna manera el encanto nada restringido de esta criatura, una especie de Courtney Barnett en versión menos enfurruñada. Pero con una lúcida dimensión literaria que, también en ese aspecto, recuerda a la australiana. Ahí están el vitriolo de la pegadiza Small talks, la insólita declaración de amor a partir de un par de calcetines que es Socks. El agotamiento afectivo de la devastadora I’m tired, you’re lonely. Liza Anne: busquen algún truco de mnemotecnia, pero no la pasen por alto.

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