A falta de nuevos discos de Prefab Sprout, impredecibles ante el carácter de Paddy McAloon y su enfermedad auditiva, nos queda el consuelo nada menor de esta maravilla de Louis Philippe. Hay más música en cualquiera de estos 13 cortes, píldoras perfectas de poco más de tres minutos, que en muchos discos de una hora holgada. Porque Thunderclouds es un prodigio de sensibilidad y evocación, un ejemplo de hermosura para añorar tiempos mejores pero mirar hacia el futuro sin fecha de caducidad. Es la intersección entre Andromeda heights (1997), la menos divulgada de las grandes obras maestras de McAloon, y los primeros álbumes de The High Llamas (con los que Louis ha colaborado). O, lo que viene siendo lo mismo, la mejor competencia directa al genio lúcido y atemporal de Neil Hannon al frente de Divine Comedy. Solo que aquí se prescinde de la ironía o el sarcasmo: Philippe solo piensa en la belleza, y no son pocas las ocasiones en que la conquista de manera tan clamorosa que podría clavar un estandarte al final de la canción.

 

Thunderclouds es tan sugerente que nos envuelve en la idea de un viaje fabuloso. A menudo interior, pero también de los de tirar millas, como en ese Rio Grande, que comienza con una introducción instrumental primorosa antes de lanzarse a una parte cantada particularmente adictiva. Como la línea de bajo casi jazzística que nos conduce a través de Living on borrowed time. Como los permanentes zigzagueos armónicos de Fall in a daydream, con el mejor Brian Wilson en el ideario. O como con la tensión disonante y melodramática de Thunderclouds, el tema titular, que deriva en una trompeta lindísima y desoladora. Y que vivan las aterradoras noches de tormenta.

 

Para quien no le tuviera correctamente agendado (entre otras cosas, porque no siempre ha sido sencillo seguirle la pista), Louis Philippe es un normando de 61 años afincado en el Shepherd’s Bush londinense desde hace más de tres décadas. Y su ascendente en los territorios del pop de cámara, enorme, se había difuminado después de que hiciera repentinamente mutis tras An unknown Spring, en 2007. Pero en este 2020 ya había tenido tiempo de publicar The devil laughs, su segunda colaboración con Stuart Moxham, el líder y compositor de Young Marble Giants, antes de materializar esta extraordinaria alianza con The Night Mail, un trío de músicos experimentados, entre ellos el bajista Andy Lewis, escudero primordial durante años del mismísimo Paul Weller.

 

Thunderclouds es, en suma, una obra mayor. Con suites deslumbrantes en solo cuatro minutos, como The man who had it all, absorbentes interludios instrumentales en los que parece deternerse el tiempo (Alphaville), y hasta aromas de gospel (Love is the only light), violines medio célticos en Do I o el esbozo tropicalista para The mighty owl. Todo, en definitiva, manifiestamente maravilloso.

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