No es fácil que una banda con ocho álbumes a las espaldas y cerca de un cuarto de siglo en la brecha arrive a estas alturas al momento culminante de su carrera, pero Formentera es probable que lo sea. Los canadienses siempre han exhibido una habilidad intrínseca para ese pop de inspiración new wave con el que se han acostumbrado a reventar pabellones por medio mundo, aunque España no sea ni de lejos el mejor ejemplo de su predicamento. Pero Formentera, que aquí no es tanto la bella islita balear como una Arcadia pretendida e idealizada, amplía las miras con importantes sacudidas de synth pop, baladas grandiosas y los vaivenes propios de estos tiempos en que las incertidumbres y los tormentos cogieron la delantera a cualquiera de nuestras certezas previas.

 

A la siempre protagónica Emily Haines, voz cantante, jefa plenipotenciaria y personificación del carisma, le vuelve a salir esa Debbie Harry (Blondie) que lleva dentro en Enemies of the ocean, quizá con algunas gotas de aderezo de Katy Perry, pero los 10 minutos inaugurales de esa apoteosis titulada Doomscroller demuestran que Metric saltan esta vez a la cancha con hambre de victoria. Asistimos a un derroche de pop sintetizado de alta intensidad, pero la pieza se humaniza inesperadamente, en su último tramo, a través del piano.

 

Hay canciones de vocación inequívocamente hedonista, sobre todo False dichotomy o What feels like eternity, pero también anotaciones más rockeras (I will never settle) o un tema central, Formentera, de gran belleza –serena, vespertina– con su sobrecarga de teclados lustrosos. Y, para acabar de hacerlo todo más loco y ochentero, Oh please suena bastante a Duran Duran (imaginemos The reflex, por ejemplo), pero quizá más aún a The Power Station, aquella efímera superbanda que Andy y John Taylor articularon junto a Robert Palmer. Y, como guinda del pastel, la intensa y trepidante Paths in the sky parece la composición de unos U2 que se cruzan con The Human League para sustituir la guitarra de The Edge por otro buen puñado de teclados. Lo que se dice un retrogusto final para paladares golosos (y gozosos).

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *