No soy propenso a las supersticiones, pero sí me concedo algún ritual. Frente al giradiscos, todo hay que decirlo, en la mayoría de los casos. Por ejemplo, me gusta comenzar cada nuevo año con este disco, que en 2018 cumplirá 45 primaveras y que a nadie voy a descubrir aquí, porque es archiconocido. Tendré cuatro o cinco ediciones distintas, sin contar el casete que alguien me regalaría allá por 1982 (calculo), pero para las grandes ocasiones escojo este prensaje insuperable y definitivo de 2009 con la mezcla original de 1973. Sería una bobería decir que ‘Tubular bells’ me da suerte: lo que haya venido y lo que esté por llegar acontece con independencia de los tañidos tubulares. Sí diré, porque es rigurosamente cierto, que con esta obra monumental me sigo emocionando, una vez tras otra, igual que se emocionaba aquel chiquillo con radiocasete que fui. Podría tararear ininterrumpidamente el soniquete de estas campanas desde el minuto 1 al 48 (a más de uno le sucederá), pero en cada escucha aún descubro algún detalle, una vibración, una tercera guitarra, una armonía insólita. Algo. Y me continúo asombrando, sobre todo, de que una obra de esta magnitud y calado pudiera publicarla un chavalín de 20 añitos que la tenía casi acabada, con el título de ‘Opus One’, desde los 17. En esta edición de 2009 emergieron por primera vez las demos de ¡1971!, y son sencillamente fascinantes. Como todo lo que rodea a las campanitas, luego tan malbaratadas por el propio Oldfield con secuelas innecesarias, en el más cordial de los diagnósticos. No es el caso. Volviendo a lo que nos ocupaba: feliz 2018, permítanme ahora que dé la vuelta al vinilo y me deslice también por la cara B…
Ya lo ha dicho quien ha escrito el mensaje previo y tú le has dado la razón. Es verdad, hay dos (o tres) Oldfield: el primero compuso cuatro obras maestras: El inmarcesible -Constantino Romero dixit- “Tubular Bells”, “Hergest Ridge”, “Ommadawn” e “Incantations”. Otro Oldfield intermedio que alternaba música pop tipo “Moonlight shadow” con obras de gran calidad (disco “QE2”, parte de “Platinum”, “Taurus II” (en “Five Miles Out”, “Amarok” al completo, “Tubular Bells 2” (al que yo llamaría “Variaciones sobre Tubular Bells”). Y el que Vidal llama “Newfield” con engendros tipo “Heaven´s Open”. Es un genio, apenas sabemos de él, pero los que lo veneramos esperamos alguna obra maestra más.
Hoy te escuché en la radio en la Ser, defendiendo este primer trabajo, pero no has hecho una defensa de otras magistrales obras del artista como Ommadawn, Amarok, Platinum, Hergest Ridge, Five Miles Out…..incluso el Tubular Bells 2 le quedó muy bien….hay una segunda época Newfield que es más detestable, que intento mejorar con sus últimos tres trabajos….Saludos
Tienes razón, tanto “Ommadawn” como “Amarok” me parecen sencillamente magistrales, y a “Hergest ridge”, “Platinum” y “Five miles out” les tengo mucho cariño. No habrías podido escoger mejor. Pero a partir de 1991 (“Heaven’s open”, ese horror) el interés se desploma, con muy contadas excepciones…