Tahiti 80 fueron un descubrimiento personal en el Midem de Cannes de enero de 2001, cuando aquella feria todavía servía como epicentro del cotarro discográfico y el sector vivía los últimos estertores de su opulencia, sin sospechar de la hecatombe que se le avecinaba con la piratería y demás expolios. Alcanza la memoria a recordarlo porque aquel pequeño concierto privado se convirtió en epifanía: una de esas raras ocasiones en que el enamoramiento es instantáneo, incontenible y duradero. El ejemplar, por lo que desvela el ticket deslizado entre sus pliegues, supuso un desembolso de 115 francos franceses, algo más de 17 euros. Ninguna ganga, desde luego, pero una inversión maravillosa cuando se comprueba que, tantos años después, este debut sigue sonando tan radiante como lo recordábamos; hasta puede que mejor. Era imposible no reparar en estos antiguos alumnos de la universidad de Rouen que cantaban en un inglés impecable, disponían de un líder acaparador (Xavier Boyer, muchacho de pelo alborotado, gesto perezoso y voz lánguida) y hasta se dejaban rondar por el sueco Tore Johansson, que por entonces ya había hecho fama como productor de los Cardigans. T80 eran tan rabiosamente pop como el cómic que ilustraba esta primera portada y se adelantaron no solo a la otra gran banda francesa en inglés, Phoenix, sino a unos dublineses encantadores, The Thrills, con los que podrían haber redondeado un cartel sencillamente perfecto. Las piezas del puzle dejaban a la vista un paisaje refrescante, adictivo, con trazas tanto de new wave como de power pop, como corresponde a los espíritus juguetones. Incluso había un ligero ingrediente de soul bailable pero blanquísimo (la voz de Boyer, insistimos, nunca pudo o pretendió ganar en corpulencia) en Heartbeat, la pieza más tarareada de esta colección. Pero el menú incluía algo de psicodelia, un puntito de Madchestery mucho, mucho desparpajo. Como su nombre (extraído, al parecer, de una camiseta barata que le regalaron al padre de Xavier a principios de los ochenta), estos chicos eran adorables. Lo son aún ahora.
Los descubrí en un FIB a las 5 de la tarde y éramos 4 gatos, me compré el disco y la verdad es que lo he disfrutado mucho, fue un soplo de aire fresco. Por cierto a la misma hora y al día siguiente tocaron unos tales Death can for cutie!. Como ha cambiado el nivel!!