Toad the Wet Sprocket tenían un nombre endemoniado e indescifrable, al parecer un juego de palabras que le tomaron prestado a Monty Python, pero a la altura de 1994 pretendían erigirse en una de las grandes sensaciones de la Costa Oeste. Venían de grabar dos álbumes melancólicos hasta en sus títulos, Pale y Fear, pero en este último aparecía ya la encantadora All I want, un medio éxito a este lado del océano que dejaba abiertas todas las expectativas. Dulcinealas cubrió de sobras en lo musical, pero quedó en tierra de nadie: en tiempos de brit-pop y grunge quedaba poco espacio para el rock americano, y seguramente en ese segmento los chicos de Counting Crows se les adelantaron por la mano. Fue una lástima, y más por estos pagos, donde la alusión quijotesca del título aportaba un inesperado guiño adicional para que les cogiéramos cariño. Provenían de Santa Bárbara (California), pero CBS/Sony creyó de veras en ellos y los reclutó para un concierto en petit comité en la sala Moroco, uno de esos festines para invitados en los que las ansias de socialización y el interés por los combinados espiritosos acaba pesando más que el descubrimiento de una gran banda. Puede que a Glen Phillips, tan menudito y con esa cara de buena persona, no encajara con el perfil más convencional del líder roquero. Pero este título, con sus generosos 13 ingredientes, se mantiene como un encantador manifiesto del rock yanqui de su época. Cantarín, contagioso, profundo pero con la capacidad de intercalar piezas más ligeras, incluso (Stupid, Nanci) tirando a cómicas. El primer sencillo, Fall down, era el retrato demoledor de un tipo más bien patético (“Procura aferrarse a su reputación / pero esta ya no tiene arreglo”), pero había otros ejemplos de encanto instantáneo: Something’s always wrong, Fly from heaven, la muy ensoñadora balada Windmills. En Dulcinea encontraron estos chicuelos un ideal de perfección que ellos mismos anhelaron. Qué injusto que el mundo, en aquel preciso instante, no estuviera mucho por la labor.
Excelente banda, me recuerda por lo difícil de su éxito a los Prefab Sprout, bandas con mucha calidad que emergieron fuera de tiempo o en un tiempo que no les dio el espacio que debía. Melancólicos sin sonar a tragedia, con buenas letras, armónicos y con un dejo de nostalgia en una época de desencantos.
Gracias por tus apreciaciones, Daniel. TTWS eran estupendos, sí que es verdad. Y no se me había ocurrido la semejanza con Prefab Sprout, pero está muy bien traída. Un placer leerte.
Q triste sus canciones
Tristeza bella. Qué más se puede pedir 🙂
Apenas los conocí, me encantaron. Valoro mucho Something’s always wrong, su melodía es maravillosa. Acabo de escuchar Dulcinea completo, me pareció excelente.
Gran Banda, Única en sus estilo, gratos recuerdos, material musical que sobresale por su calidad en la década de los 90.
Una de mis bandas favoritas desde por allá el año de 1992 que los escuché por primera vez, Walk on the ocean sigue siendo una de mis canciones más escuchadas. Es verdad que ha sido una banda poco conocida fuera de los Estados Unidos, pero aún así con mucho talento y excelente música. Gracias por el excelente artículo!!