Quienes hayan tenido la fortuna de conocer el Pacífico colombiano saben que ya nunca olvidarán el retumbar de los tambores, y menos aún el repiqueteo de la marimba. La Agrupación Changó es un referente absoluto en la comarca, y más aún desde su triunfo (2014) en el festival de música del Pacífico Petronio Álvarez, una cita multitudinaria y fascinante que todos los meses de agosto convoca en Cali a más de 600.000 personas en un ambiente inolvidable de hermandad, camaradería y respeto por las culturas tradicionales y las enseñanzas legadas por nuestros antepasados.

 

Los Changó provienen de San Andrés de Tumaco, en el extremo suroccidental colombiano, a un paso ya de la frontera con Ecuador. El municipio (“La perla del Pacífico”, le dicen) pertenece al departamento de Nariño, una región mestiza, de belleza paradisiaca y no pocos conflictos sociales, ya que subsisten terribles bolsas de pobreza y aún subsiste cierta actividad armada en focos concretos. En el Pacífico Sur de Colombia hay amplia mayoría de población negra, y todo ello se traduce en un sedimento musical muy enraizado con las polirritmias tribales africanas y la hondura ancestral de los cantos de llamada y respuesta.

 

Todo ello es, en síntesis, lo que ofrece este trabajo, un viaje musical por una tierra fascinante y de valor etnográfico y antropológico incalculable. Ni siquiera los amantes de la world music están muy familiarizados en Europa con las sonoridades del Pacífico. El referente más cercano es el de Totó La Momposina, pero la buena de Sonia Bazanta proviene de Bolívar, en la Costa Caribe, un millar de kilómetros más al norte. No es Berejú un disco de acceso inmediato para quienes no tengan un cierto bagaje en el ámbito de los ritmos étnicos, pero esta grabación, a poco que se profundice, es sencillamente fabulosa. El trance colectivo de Oroí Oroá, por ejemplo, remite a las grandes celebraciones rituales. El amor por las diferentes generaciones y el respeto hacia los mayores protagoniza Vos me lo tocá, mientras que La estrella es un villancico tan hermoso que este próximo diciembre, a poco que recordemos ponerlo en casa, nos dará menos pereza la Navidad.

 

Berejú es, en palabras del director de la Agrupación, Wisman Tenorio, “ese punto donde la espiritualidad y la música convergen y se convierten en patrimonio”. No se puede resumir mejor, así que atrévanse a dar el paso y prográmenselos en su cómodo saloncito de hombres y mujeres occidentales. El descubrimiento, a poco cariño que se le ponga a la escucha, es colosal.  

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