Aunque hubiera otros discos esperando su momento encima de la mesa, es fácil priorizar con este fabuloso retorno de Darlingside, merecedor de convertirse durante alguna temporada en conmoción, casi en obsesión. Será difícil que tropecemos en una buena remesa de álbumes con una obra tan preciosista, tan emocionante, tan rematadamente hermosa. El folk-pop con ribetes barrocos adquiere un nuevo significado después de someterse al embrujo de estos 40 minutos en los que no hay una sola floritura, pero sí muchísima belleza.

 

El cuarteto proviene de Cambridge, Massachusetts, pero invoca al folk pastoral inglés de Lindisfarne incluso desde el título de una de las piezas; optimiza el recuerdo de los mejores Simon & Garfunkel (Singularity) y ofrece toda ese resplandor bucólico al que Fleet Foxes nos habían acostumbrado hasta su relativo gatillazo de 2017, Crack-up. En realidad, conocemos los materiales con los que se manejan estos cuatro chicos de aspecto lánguido, aseado y soñador, pero ellos mejoran a cualquiera de sus referentes. O, como mínimo, empatan con el Sufjan Stevens de los mejores años acústicos, los de Illinois.

 

Aquí también hay guitarras acústicas deliciosas en conjunción con arreglos de cuerda y vientos, además de cuatro voces entrelazadas que lo subliman absolutamente todo. No se puede tener tanto gusto, ni escribiendo ni haciendo realidad estas bandas sonoras para la melancolía contemporánea. Basta escuchar Hold your head high para comprender que Extralife tiene asegurado un hueco inamovible en nuestras debilidades de la temporada. Y del año. Y de la vida. Tráiganlos, por favor.

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