Tenían esa tersura que también identifica la década de los ochenta como a ninguna otra, aunque no suela ser la característica con la que más la asociemos. Eran contagiosos y chisporroteantes, pero distinguidos. Y nunca se tomaron la molestia de hacer un disco malo, aunque los tres primeros, que en 2017 fueron objeto de reediciones voluminosas, orondas y cuidadísimas, son seguramente un festín irresistible. Cómo no sonreír con China Crisis, con esa voz que parecía el hilo tenue de un chico tímido. Con esos peinados sueltos de gente buenecita.
El primer y el tercer disco recibían un tratamiento doble en sus ediciones definitivas, mientras que con Working with fire and steel, que en tiempos fue residente perpetuo en tantos radiocasetes, tiraron la casa por la ventana y nos fuimos hasta los tres cedés. Bien merece la pena reescucharlo todo, zambullirse con las mismas en el material adicional, volver a disfrutar como los chiquillos que fuimos y que solo la imaginación y la memoria permitirán que sigamos siendo. Era entrañable el flequillito lacio de Gary Daly y esa voz que parecía totalmente amateur pero acababa convirtiéndose en inconfundible e irresistible. Era asombrosa la conjunción de nueva ola con otros elementos más sabrosos y rítmicos, incluso con un ligero revestimiento distinguido, comprometido y cultureta. Y nos volvimos locos cuando Walter Becker (Steely Dan), nuestro añorado Walter Becker, le puso la pajarita a Flaunt the imperfection, aportó esa irrepetible clase noctámbula de los Dan y de aquella conjunción nacieron Black man ray, You did cut me y otro puñado de joyas rutilantes.
Los tres trabajos son estupendos. El primero, acaso un poco más disperso y enigmático. Working with fire… es disparatadamente bueno. Redescubrir la ternura infinita de Wishful thinking, canción mayúscula, mueve aún más al asombro si reparamos en una nota a pie de página: aquel fue el ¡sexto sencillo! del elepé. Luego llegarían otros dos álbumes, el más prescindible What Price paradise y una preciosidad muy recuperable, Diary of a hollow horse, pero la parte mollar figuraba en estas tres primeras entregas.
En el empacho de añadiduras hay algunas maquetas instrumentales prescindibles, pero las mezclas alternativas son fantásticas y las sesiones para la BBC, sobre todo las de Kid Jenson, encantadoras. Ahora CC son cincuentones, claro, pero siguen más o menos en activo. Y a todos nos encantara la idea de volver verles el pelo, aunque ahora sea menos lacio y más canoso, aunque la salud les haya dado un buen susto. No importa, de veras que no.