Entre una o incluso dos generaciones de melómanos, pocas cosas producían tanta fascinación como las canciones que duraban una cara entera del elepé. Era un deslumbramiento instantáneo, inequívoco, definitorio: si consultabas la contraportada y descubrías un solo título en uno de los dos lados, aquel disco había de ser necesariamente divino. Y este que ahora nos ocupa, sin llegar a ser ejemplo paradigmático, no era ninguna excepción.

 

El asombro a muchos les embargó con Tubular bells (1973), evidentemente: no era el ejemplo más temprano en la historia de la música popular, pero sí el más representativo. De hecho, Thick as a brick, de Jethro Tull, estaba fechado un año antes y también nos volaba la cabeza. Como después The snow goose, de Camel, que aunque marcaba títulos diferentes en cada cara transcurría de un tirón, como una gloriosa suite (a fin de cuentas, apurando el criterio, podríamos anotar lo mismo de The dark side of the moon). Y qué decir de aquellos apoteósicos 22 minutos que servían como título de Close to the edge, de Yes. O ese lado B de Foxtrot, de Genesis, dominado por Supper’s ready. Canela fina.

 

Pues bien, en esta relación de piezas kilométricas siempre se nos quedaba en el tintero Hamburger concerto, otro feliz delirio de sus tiempos; no era sencillo habituarse a la existencia de una superbanda prog en Amsterdam, con esa bicefalia mágica que llegaron a desarrollar el cantante, teclista ¡y flautista! Thijs van Leer junto a un guitarrista de mordiente admirable, Jan Akkerman. La búsqueda de la canción razonablemente rebuscada de los inicios (hay que guardarle mucho cariño al primer LP, In and out of focus, 1970) era ya aquí puro frenesí sinfónico (la desbocada Harem scarem, entre excitante y extravagante), apelaciones a la música renacentista (Birth, Delitae musicae) y, a lo que íbamos, ese Concerto titular con sus ínfulas entre Bach, la sintonía televisiva y la solemnidad catedralicia.

 

Una cara con un tema kilométrico y la otra, con canciones de minutaje más convencional. Sí, esa era otra fórmula atractiva, y ni siquiera exclusiva de los sinfónicos: pensemos en Iron Butterfly o Rare Earth. Hoy quizá encontremos este Concierto de Hamburgo más divertido que arrebatador, de acuerdo. Pero sí, aún ahora nos divierte. Concédanle 20 minutejos; ya verán.

6 Replies to “Focus: “Hamburger concerto” (1974)”

  1. Hamburger Concerto es una de las piezas de rock progresivo que más me ha emocionado. Me parece una composición magistral. Su ritmo lento, pausado, andante, es estupendo, porque no obstante ese ritmo andante la música sigue sonando verdaderamente pesada. Y las intervenciones de la guitarra son verdaderamente soberbias. Absolutamente memorable es esta pieza de Focus; es un verdadero monumento del rock progresivo, una pieza para la eternidad.

  2. Hola Fernando, soy nuevo y te sigo desde hace solo unos meses, pero ya va siendo el momento de agradecerte tus archivos musicales. Me tienes al día de las novedades y me haces recordar mis años jóvenes (tengo 62), como con el disco de hoy. Me gustan tus comentarios y siempre estoy de acuerdo, por eso no quiero dejar pasar esta ocasión de decirte que, cuando hablas de grupos de rock progresivo o sinfónico, he echado de menos a los (en mi opinión) más grandes, E,L&P. Puede que no estés de acuerdo, pero tendrás que reconocer que eran fantásticos.

    Un saludo y gracias de nuevo.

    Luis

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