Ay, las frágiles líneas del tiempo. Es extraño recordar con nitidez el alumbramiento de este “Océano de vino oscuro”, reparar en que supera ya las tres décadas y tener la sospecha de que habrá caído en un olvido más tenebroso aún. Caudel era (y es: al parecer sigue en activo, aunque yo le perdí la pista hace muchísimos años) un habilidoso guitarrista británico de formación clásica que en 1983 se propuso emular las grandes aventuras sinfónicas de la década anterior. “Wine dark sea” fue aquel año un fugaz estreno londinense de rock orquestal, pero sus 15 minutos de fama no llegaron hasta esta adaptación electroacústica para el sello discográfico Coda, entonces en plena eclosión, en la que su autor interpretaba personalmente las docenas de guitarras y bajos de la grabación. La obra era una especie de suite en dos largos movimientos de veintitantos minutos cada uno (subtitulados “The outward journey” y “The return journey”) que pretendía de manera bastante evidente seguir la estela de “Tubular bells”. El paralelismo se acentuó aún más cuando el productor escogido para pasar por el estudio no fue otro que Tom Newman, el mismo que había dirigido las operaciones en aquel inmortal debut de Mike Oldfield. Lo más probable en estos casos es quedar a mucha distancia de tu referente, y “Wine dark sea”, en efecto, empalidece ante cualquier comparación con las campanitas tubulares; por eso cayó en el olvido mientras la obra emulada no deja de incrementar su nómina de admiradores. Pero Caudel tenía melodías hermosas en mente, buenos dedos, ambición. Hoy su pretendida obra magna suena desfondada, roma, sin colmillo ni aristas. Pero conserva el encanto de aquello que quiso ser grande… y durante 15 minutos lo pareció. Concédanle una segunda oportunidad.