El bueno de Rory Charles Graham se ha convertido en una de las grandes sensaciones de la escena británica, insaciable a la hora de abrazar artistas rotundos, poderosos e impactantes, así que la publicación de su segundo álbum tiene mucho de reválida. Y el mocetón de East Sussex ha decidido asegurar el tiro con un trabajo continuista en hechuras y generoso en ingredientes, con 14 nuevos temas que son un muestrario completo de sus habilidades: soul trufado con blues y rhythm ‘n’ blues, alguna que otra balada sentidísima y mucha luminosidad y vibraciones positivas. Pocos riesgos pero algunas muy buenas canciones, para que no tengamos nada que objetar.

 

No es de extrañar, pues, que Rag’n’Bone Man se haya convertido en un merecido nuevo ídolo en Gran Bretaña entre ese público adulto, documentado y exigente que atiende cada semana a las recomendaciones de Jools Holland con lápiz y libreta siempre a mano. Graham hace bien en dejar un lugar preponderante a su vozarrón de barítono y en abrir con la excepcional Fireflies, una de esas piezas pausadas, hondas y emocionales en que cada nota adquiere un poso propio. Pero se propone contentar a un oyente más amplio y ecléctico a partir de Fall in love again o salpimentando una balada tan clásica como Anywhere from here con la voz invitada de Pink, una de esas voces para todos los públicos. Aunque su presencia aquí solo inspire una profunda sensación de rutina.

 

En realidad, el estilo de Rag’n’Bone más bien parece una intersección entre Michael Kiwanuka (en los momentos más profundos) y George Ezra (cuando toca liviandad); sobre todo en el caso de Anywhere away from here, un single tan ligero y pegadizo que parece coescrito junto al rubiales. Graham es un hombre comprometido con la autenticidad, pero atormentado por las ansias de contentar a todo el mundo. De ahí seguramente su apuesta por un sonido más americanizado y pulido, sin aristas: dulcificado incluso cuando originales tan atractivos como Somewhere along the way o Changing of the guard podrían inspirar mucha más fiereza.

 

Al final, Life by misadventure se escucha con tanto agrado como incomodidad ante su conformismo. Porque, por voz, rango vocal, inspiración e influencias, Graham puede llegar mucho más lejos de lo que hace aquí, resguardado en su zona de seguridad y temeroso de que le caiga una sola gota de lluvia por el camino. Llegarán nuevos y mejores capítulos (sobre todo, más sagaces) en esta historia que no ha hecho sino comenzar.

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