Cuatro eran cuatro las hermanas Sledge, unas muchachas provenientes del norte de Filadelfia que habían comenzado cantando en el coro de la iglesia y han demostrado a lo largo de casi medio siglo que las bandas en primer grado de cosanguineidad, en contra del extendido tópico en la historia de la música popular, también pueden ser bien avenidas. Su periplo resulta todavía más enternecedor si tenemos en cuenta que Debbie, Joni, Kim y Kathy tenían solo entre 12 y 16 añitos las primeras veces que se auparon a los escenarios, allá por 1971 (con el nombre de Sisters’ Sledge, para los amantes del detalle minucioso). Pero no fue hasta este We are family, ocho años más tarde, cuando se hicieron inmensa y merecidamente populares. Y una parte sustancial de la culpa la tuvieron los dos ilustres y acreditados caballeros que se colocaron detrás de la mesa de grabación.

 

Los dos trabajos anteriores, el estreno con Circle of love (1975) y el refrendo de Together (1977), seguían sin disimulos las pautas del sonido Filadelfia. Ya se sabe: aquel soul amable, sedoso, rítmico y seductor. Pero en un momento en que la música disco llegaba en avalancha hasta las listas de éxitos, la tentación de que la fórmula ganase en componente bailable era demasiado irresistible. Para materializarla, el contacto con Nile Rodgers y Bernard Edwards, los dos artífices de Chic, fue providencial. La mano de ambos resulta evidente a lo largo de toda la entrega, ocho cortes arrolladores y elaboradísimos, desarrollados sin asomo de prisa para que la sacudida rítmica pudiera poner a prueba el tono muscular. El celebérrimo tema central se prolongaba más allá de los ocho minutos, mientras que el otro gran éxito del lote, He’s the greatest dancer, anotaba por encima de los seis. El nervio guitarrero de Rodgers, inconfundible; esos bajos profundos y octavados y las cuerdas arrebatadas lo teñían todo de un color deslumbrante.

 

We are family, la canción, no solo es uno de esos ejemplos alentadores de éxito estruendoso compatible con una calidad más que contrastada. La Academia de los Grammy no anduvo fina con una nominación que no fructificó en estatuilla, pero la posterior asunción del tema como bandera del movimiento LGTBI no hizo sino agrandar sus excelencias. Ojo, que tanto He’s the…, con sus largos pasajes instrumentales, como la encendida oda musical Lost in music podrían competir en condiciones de igualdad en las preferencias del oyente. Y había otros capítulos sabrosos: la balada arrobada Easier to love, en particular, y la todavía más enternecedora You’re a friend to me, que comienza con un ligero deje reggae para derivar en sosiego y exaltación de la amistad.

 

Admira comprobar lo bien que han pasado los años por We are family y, en general, por la discografía de unas hermanas exquisitas y prolíficas, aunque el fulgor del gran himno eclipse otras grandes páginas. Incluso de la mano también de Rodgers, como aquel séptimo álbum, When the boys meet the girls (1985), que volvía a constatar la química entre las partes. Sí, créanselo: a veces puedes llevarte bien con la familia. 

 

 

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