Xabier Díaz no es solo una bendición para las oídos. Es, además, un patrimonio. Para la preservación de las músicas de nuestros tatarabuelos y para quienes, sin necesidad de hacer ostentación de banderas ni ponerle letra al tarareo, sienten orgullo por aquella tierra que pisan y en la que moran. Díaz acreditaba ya una trayectoria preciosa en los diferentes proyectos en los que encontró acomodo (Berrogüetto, Nova Galega de Danza y ACadaCanto, mayormente), pero por su cuenta es todavía más amigo de lo esencial. Y este recorrido por danzas, pasodobles, mazurcas o rondas que le confiaron viejitas y aldeanos corrobora el tiro acertado de su debut con Adufeiras, “The Tambourine Man” (2015). Canta Xabier que es un encanto, tan natural y poco aspaventoso que a uno solo le entran ganas de pedirle a los cielos que le sigan alentando, que el hechizo no cese. Y canta lo que siente, lo que le palpita; haciendo del corazón un hervidero, anudándote la garganta con lazo delicado. “O baile de Noró”, la pieza central e inaugural, es un estallido de jovialidad centenaria, pero otros momentos (“Voa o aire”, “Ronda dos amores”) agrandarán, con seguridad, la magia sobre las tablas. Díaz es soplo de vida, como el latido rejuvenecedor de sus pandereteiras resaladas. Un lujo. Una bendición.

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