Hay discos que hacen tilín desde la misma portada, y este es uno de ellos: esos aguerridos perfiles hirsutos, esa proliferación cromática. Y hay portadas que pueden llevar al engaño, por lo menos un poquito: no son tan rudos estos Perros Pastores como pudiera parecer. Ni siquiera provienen del sur estadounidense, que sería el pronóstico de cualquier melómano fisonomista, sino que el remite lo encontramos en Saskatoon, Canadá. Quizá ese descuadre haya influido a la hora de prestar menos atención a The Sheepdogs que a The Wild Feathers o Band of Horses, por mucho que “Changing colours” suponga ya el sexto esfuerzo discográfico de una banda que a menudo parece un bonito cruce entre The Black Crowes y los Flying Burrito Brothers. Pero estas doce canciones son una golosina absolutamente disfrutable, y un álbum que incluye en su menú una pieza titulada “I’ve got a hole where my heart should be” merece, sí o sí, un hueco en nuestras estanterías. Hay mucho canon y vieja escuela en estos surcos, fruto de una banda tradicionalista que busca la excelencia mucho antes que la innovación. Pero, cuidado, porque nuestro quinteto de melenudos con barba no se circunscribe solo a las guitarras slide, las mandolinas y las armonías vocales a tres partes. Ewan Currie, el gran jefazo de esta congregación canina, se aproxima al legado de Tom Petty en la encantadora “You got to be a man”, mientras que “I ain’t cool” nos acerca a la memoria a… ¡Donald Fagen! Bien, mejor que bien.