Tal vez este Room on the porch se quede lejos de incorporarse a los listados de los discos más significativos del año, quizá porque sus artífices tampoco se hayan molestado en acariciar esa idea. Pero por muchas buenas cosas que aún les sucedan a nuestros oídos a lo largo de 2025, será difícil encontrar una pieza tan luminosa, vibrante y empática como la que da título a este elepé, con ese “Vamos allá, hay sitio en el porche para todo el mundo” que se convierte en una llamada coral a la concordia y el abrazo en estos tiempos de individualismo asilvestrado en los que casi nadie se molesta en mirarle la cara a quien tenga alrededor.
El ilustrísimo Taj Mahal y el ya no menos fundamental Keb’ Mo’ quisieron hace ocho años que confluyeran sus caminos para dar forma a TajMo, un precioso mano a mano con el que se reconocían recíprocamente méritos, influjos y virtudes y que a buen seguro imaginaron como una alianza circunstancial que no se volvería a repetir. Pero la química entre maestro y discípulo avanzadísimo resultó tan clamorosa que esta segunda entrega se nos antojaba una reincidencia ineludible para ellos y un regalo evidente para quienes la recibimos de mil amores. Para preservar la magia, el neoyorquino Henry Saint Clair Fredericks (83 años a sus espaldas) y el angelino Kevin Roosevelt Moore, una década más joven, decidieron entrar en un estudio de Nashville con las manos vacías, la compañía de algunos buenos amigos y la incertidumbre sobre si la química se habría esfumado o volvería a acontecer. La respuesta, a poco que se arrime el oído, es un sí clamoroso.
Room on the porch nace así como una colección de canciones sencillas, cálidas y sinceras, canciones desde el amor y sobre las virtudes del ser humano cuando actúa en cercanía y connivencia junto a sus congéneres. Prima el blues acústico y contemporáneo, siempre con un pie en el folk y otro en los coros de góspel. Acaparan el protagonismo los instrumentos más cálidos del arsenal, desde el contrabajo al violín y el órgano Hammond B-3. Y esa interacción entre el maestro de voz ajada y conmovedora, en sintonía con el más aplicado y bondadoso de sus seguidores, se vuelve en salvoconducto para la felicidad y el achuchón. Más aún cuando puntualmente afloran voces invitadas como las de Ruby Amanfu, en el tema central, o Wendy Moten en el caso de la amantísima Better than ever.
La concordia es tan flagrante que incluso un clásico taciturno de la envergadura de Nobody knows you when you’re down and out, de Jimmy Cox, adquiere aquí un matiz de bondad y sosiego. Desde su placidez, este álbum es un regalo y un primor, con pequeñas gratas sorpresas a cada rato. Descubramos que las segundas voces para She keeps me movin’ son gentileza de John Oates, ¡nada menos!, y aportan una cálida brisa de soul a ese blues contemporáneo. Dejémonos engatusar por el adorable aire caribeño que el vibráfono de K. Roosevelt y el tintineo de los tambores metálicos aportan a Make up your mind. Admitamos que a Taj Mahal le sienta bien el pequeño ukelele para ambientar la profunda Blues’ll give you back your soul. Y convengamos que Tal y Keb’, estos maravillosos TajMo, se bastan y se sobran ellos dos solos para emocionarnos con la despedida de Routh time blues.
Dos voces, una acústica, una guitarra resonadora. Para qué más. Digan lo que digan las clasificaciones, anótense este elepé de cara a sus oraciones anuales.