Félix y Miguel son dos tipos incuestionablemente divertidos, eso ya lo sabíamos, pero en las antípodas de los meros graciosillos. Mutar fama, su ya quinta entrega como Antílopez, es una eclosión reconcentrada de ingenio, una exhibición imparable de creatividad ante la que solo cabe la posibilidad de permanecer muy atento. Porque a cada verso –y es literal– puede prender la chispa, la sorpresa, el giro inesperado. La habilidad de estos dos onubenses con los juegos de palabras es de las que hace época, y Antivíctima constituye un auténtico alarde al respecto. Pero, en general, hay que abrir bien los oídos durante todo un álbum que no mata, como el fumar, pero convendría que mutara muchas percepciones sobre la canción de autor en España.

 

“Nuestras creaciones son el pitorrito de la olla estrés”, advierten en el libreto, en una de sus tantas frases memorables. Porque hay mucho que escuchar y ante lo que sonreír en estas 11 flamantes nuevas canciones, pero también muchos argumentos para abordar, si se quiere, una reflexión posterior. Sobre todo, en torno a la estupidez humana, las mediocridades y miserias cotidianas y ese empeño de tantos por una notoriedad tan hipócrita e insustancial que, sin el espejismo de los filtros instagrámicos, no admite la más mínima prueba del algodón.

 

Puede haber algo de resentimiento, bien es verdad, en Mientras y Esta canción, los dos temas inaugurales, en los que late la asunción entre resignada y amarga de que las cosas no siempre son como debieran (en el mundo de la música o en cualquier otro). Pero la versatilidad de estos dos canallitas muy bien documentados impide cualquier encasillamiento y obliga a permanecer ojo avizor con cada corte. Mutar fama tiene el mismo corte deslenguado, ácido y hiphopero de Calle 13; la también muy sardónica La fiebre del lodo se beneficia de un irresistible pop acelerado y cantarín, y Boca barata supone un regreso a esa rumbita con regusto callejero, de barrio periférico, Chunguitos y despechos a corazón sangrante.

 

Y no queda ahí la cosa. Anotemos la aproximación al rock aflamencado en Disparas a matar, la estupenda bachata juanluisguerrista que es Sabor a malta o esa balada de vocación transoceánica, con arreglos contemporáneos de sintetizador, que lleva por título Al otro lado del mundo. Convengamos en que el epílogo de Apoyo mix es una tonteriíta de 90 segundos que deberían haberse ahorrado. Pero subrayemos, sobre todo, la grandeza lírica y la hermosa desnudez de La primavera, una preciosidad que no desentonaría entre lo mejor de Silvio Rodríguez. Así se hace.

 

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