El hermanamiento entre jazz y flamenco se ha convertido casi en un clásico recurrente, pero Antonio Lizana consigue que entre sus dedos más bien parezca un lenguaje propio. Tal es el dominio y el manejo de una visión panorámica por parte del artista gaditano, un joven milenial (cosecha del 86) capaz de sonar personal e inconfundible en unos territorios donde, como decimos, cada vez es más elevada la densidad de población. Pero Antonio llena de aire los pulmones y logra que nunca esté del todo claro ni siquiera dónde comienza el flamenco y dónde acaba el jazz, o a la inversa. La integración, qué barbaridad, debía de ser exactamente esto.

 

A muchos les pillará por sorpresa el título de este trabajo, el quinto de su legado personal y, precisamente, el quinto chakra en la tradición hindú, que equivale a la “pureza” y convoca de esta manera la habilidad del sujeto para expandir belleza a su alrededor a partir de la expresión de las verdades más elevadas. Existe por tanto un ánimo de espiritualidad y trascendencia, pero, más allá de las sensibilidades de cada cual, es aún más relevante la capacidad de Lizana para imprimir energía y vigor a todo lo que toca (en todos los sentidos). Porque Vishudda es un álbum temperamental, vibrante y decidido, la eclosión ya imparable de un artista confiado en sus argumentos y conocedor de una excelencia que no precisa de aspavientos ni sobreactuaciones para plasmarse de manera muy elocuente.

 

En ese amor por la obra debemos integrar la apuesta del que fuera niño prodigio en San Fernando (y en aquellas calles los prodigios nunca fueron cosa menor) por el repertorio de autoría propia, con la única excepción de esa Nana del caballo grande final que proviene del ideario de Ricardo Pachón a partir de los versos de García Lorca. Para compensar el préstamo, esa Nana desnuda y exquisita incluye los pasajes de saxo más prodigiosos de todo el álbum, con el instrumento dejando que se sientan sus entretelas y quejíos. Pero es que los siete cortes restantes, todos con la firma del andaluz, demuestran un dominio cabal de su quinteto, un buen gusto avasallador y, puestos a tenerlo todo, algunas letras hermosísimas. Como ese verso, “Creo que en otra vida fui un río”, que abre El río, la sensacional colaboración con la cantante salmantina Sheila Blanco y quizá lo más rematadamente hermoso de la obra, incluso siendo también lo menos flamenco de toda ella.

 

Hay margen para lo jondo, sin duda. Lizana es también por sí mismo un cantaor mucho más que interesante, pero además recluta a Montse Cortés para Los motivos, cuenta con Ana Salazar en más de la mitad de la obra y sabe enamorar en primera persona desde el comienzo mismo del tema titular, convertido en leit motiv y pronunciamiento solemne: “Hasta que la tierra me llame / no quiero parar de cantar”. Todo fluye y todo converge en un trabajo donde a la rumba sentida de Amar se le puede incorporar sin problema la guitarra eléctrica de Louis Winsberg. Antonio Lizana nunca había sido capaz de mostrarse tan acogedor, pero este Vishudda le convierte en un anfitrión sonoro inmejorable.

 

Antonio Lizana y su quinteto estrena ‘Vishudda’ sobre los escenarios dentro de la programación del octavo Dazz Jazz Festival de Vitoria/Gasteiz, que la capital alavesa acoge entre el 18 y el 22 de octubre

 

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