El bueno de Will Oldham siempre ha sido (y será, esperemos) un tipo raro. Y eso, claro, nos encanta. El hombre que con sus diferentes heterónimos ha rubricado docenas de grandes páginas a lo largo del último cuarto de siglo ha desarrollado una cierta fascinación por las versiones, por apuntalar su perfil interpretativo más allá del autoral. El año pasado ya dedicó un disco íntegro, “Best troubador”, a recuperar sus favoritas de Merle Haggard, pero en esta ocasión llega mucho más lejos en su afán recreador y afronta un reto acaso desconcertante. “Wolf of the cosmos” es una relectura, íntegra y fiel a su orden original, del disco de 2007 “Sonata mix dwarf cosmos”, de la noruega Susanna (Wallumrod). Es decir, Oldham/Billy se zambulle en el primer álbum solista de una compositora lejana en geografía y aún más distante de cualquier atisbo de popularidad. Llamémoslo extravagancia, heterodoxia o espíritu libérrimo, pero el resultado es, simple y llanamente, hermoso. Bonnie canta con una vulnerabilidad que desarma, adopta su voz más frágil, bella y conmovedora, y, como si la existencia del repertorio ajeno le liberase de una parte de responsabilidad, se concentra en el micrófono para agregar grano a su garganta (“Born in the desert”) y forzarla (“Hangout”) hasta que casi se le pierdan las notas más agudas. La instrumentación es austera, pero estremecedora: las segundas voces de Emmett Kelly, el banjo bucólico de Chris Rodahaffer y, sobre todo, un violín, el de Cheyenne Mize, siempre con mucho rozamiento de arco y tan apegado al registro grave que a menudo puede confundirse con una viola. “… Cosmos” es un acto de amor a Susanna, una artista semidesconocida. Pero es, sobre todo, una obra de arte.