Camilo era mucho Camilo. Hasta puede que más de lo que incluso sus seguidores acérrimos –y a día de hoy aún quedan unos cuantos– pudieran sospechar. El autor de Vivir así es morir de amor, Algo de mí, El amor de mi vida o Perdóname, entre otros himnos inmarcesibles de la canción melódica de los años setenta, tuvo tiempo de componer más de 200 canciones y poner en circulación dos docenas de álbumes de los que despachó 175 millones de ejemplares, pero a lo largo de su trayectoria dejó al menos 10 piezas originales completamente finalizadas que nunca llegó a editar y de las que no existía las más mínima constancia documental por ninguna parte. Estos valiosos hallazgos (“tan emocionantes como encontrar tesoros en las tumbas egipcias”, en palabras de su descubridor, el productor Pepe Herrero) ven ahora la luz dentro de la caja antológica de cuatro cedés Camilo Forever, la aproximación más exhaustiva y rigurosa a la obra de un artista singular al que terminó devorando su propia leyenda.
El alicantino Camilo Sesto se encontró con unos cuantos detractores a lo largo de sus 72 años de vida –falleció el 8 de septiembre de 2019–, pero puede que ningún enemigo tan férreo como el propio Camilo Blanes Cortés, su nombre completo. Desdibujado en el plano artístico desde finales de los años ochenta, caricaturizado por un público que le encontraba excesivo y anacrónico, acabó prestándose él mismo a juegos televisivos que le mostraban como un personaje más bien grotesco. Y cuando quiso recuperar el pulso de su trayectoria artística, no se le ocurrió otra cosa que aquel, ejem, Mola mazo (2002) con el que, lejos de acercarse a las nuevas generaciones, dilapidó su crédito.
La publicación de Camilo forever, que se circunscribe al periodo mágico de 1972 a 1986, representa ahora un acto histórico de justicia y una iniciativa fonográfica de presentación y dimensiones insólitas entre artistas españoles. La ocasión lo merecía; más cuando, entre las 82 piezas recopiladas se deslizan, junto a todos los 40 sencillos de aquel periodo, un buen periodo de rarezas (hay interpretaciones en inglés, portugués, italiano o alemán), colaboraciones, caras B, material muy poco divulgado… y, como gran joya de la corona, esa decena de misteriosos descubrimientos. 10 canciones que, si queremos verlo así, darían para un nuevo elepé de Camilo.
Nadie recordaba ni tenía constancia o noción de esas composiciones. No constaban por ninguna parte, ni en internet ni siquiera en los dos aparatosos volúmenes de Mi última canción, la “biografía autorizada” que la “amiga y fan incondicional” Elena Gómez de la Puerta puso en circulación con la aquiescencia del homenajeado. Y su mismo hallazgo tuvo algo de rocambolesco. Sony había remitido al productor madrileño Pepe Herrero, orquestador en 2018 del recopilatorio Camilo Sinfónico, las grabaciones originales de Sesto para remasterizarlas y mejorar su sonido de cara a la presente reedición, pero en los archivos no constaban agrupadas por canciones, sino pista por pista. Es decir, los registros de la antigua discográfica Ariola se conservaban a partir de las tomas en 8, 16 o 24 canales de las mesas de sonido, lo que equivalía a escuchar por separado todas las voces e instrumentos e ir vinculándolos unos con otros, como quien encaja las piezas de un rompecabezas. Fue durante ese proceso cuando Herrero se tropezó con temas que no le sonaban de nada ni se parecían a ninguna canción publicada.
¿Qué podemos esperar de estos descubrimientos? Desde luego, mucho más de lo que cabría imaginar de unos descartes, esas canciones teóricamente inferiores que los artistas, conscientes de sus limitaciones, terminan marginando. De las sesiones del segundo elepé, Camilo Sesto (1973) han aflorado, por ejemplo, un par de baladas, Soledad y la extraordinaria Volarás, con unas orquestaciones que recuerdan al rutilante “sonido Torrelaguna” que imprimía Rafael Trabucchelli a los discos de Hispavox, la escudería discográfica española más poderosa de la época. Cuando alguien se enamora (que se barajó para Camilo, de 1974) o Abrázame (de Amor libre, 1975), son menos llamativas, pero el nivel vuelve a dispararse en los tiempos de Sentimientos, el celebérrimo álbum de 1978 que incluía Vivir así es morir de amor y que condujo a su firmante a reventar el Madison Square Garden de Nueva York ante 45.000 seguidores que le aclamaron como “The Sinatra of Spain”. En aquel momento, Sesto dejó sepultadas en el estudio la muy estimable Solo pienso en usted y un soberbio original de Juan Carlos Calderón, Ahora o nunca, que su autor acabaría entregando ese mismo año al cantante mexicano José José. La pieza, de melodía preciosa y progresión armónica, es un prodigio, aunque puede que a Blanes le chirriara el tono algo paternalista y desdeñoso hacia la mujer que se trasluce en la letra.
Quizá el añadido más insólito al catálogo lo representa Winning, una composición original en inglés de 1980 aparecida en una cinta de casete y, en apariencia, no vinculada a ningún álbum en concreto, aunque la calidad del sonido sigue siendo buena. Parece un atisbo de acercamiento a la canción de autor y gravita en torno a una infrecuente guitarra acústica, aunque sin renunciar a los arreglos orquestales. Los años ochenta, con un sonido más orillado a los sintetizadores, figuran representados con dos últimas sorpresas, Demasiado joven (de los tiempos de Con ganas, en 1982) y la llamativa Pobre mundo, que Camilo no quiso incluir en Agenda de baile (1986), su primer gran fracaso discográfico, tras el que desapareció durante cinco años de la circulación. Seguramente hizo mal: la canción es pegadiza, está muy bien construida (y arreglada por un ilustre de la época, Joaquín Torres) y dibuja a un protagonista rebelde, orgulloso de sí mismo y de sus singularidades, un perfil que habría favorecido a su intérprete.
Camilo dispone de días de tributo con su nombre en Puerto Rico o Las Vegas y su tema Jamás es el himno oficioso que corea la hinchada del Peñarol de Montevideo. Pero Camilo forever también permite escudriñar en páginas sorprendentes y menos exitosas, como el elepé Camilo (1982), grabado íntegramente en inglés y hoy descatalogado e inencontrable, ni siquiera en plataformas como Spotify. Y todo ello, a pesar de que lo producía un ilustrísimo, Harry Maslin, responsable de dos obras míticas de Bowie, Young Americans (1975) y Station to Station (1976). Y de que entre los firmantes de material original para el alicantino figura el nombre de Glen Ballard, que por aquel 1982 compaginaba ese trabajo con la grabación de un álbum ligeramente más exitoso: Thriller, de Michael Jackson.
Camilo vivirá para siempre con su música y sus interpretaciones. En febrero de 2024 todavia compramos sus canciones para oirlas y volverlas a oir.
Fué, es y será ÚNICO e irrepetible.
Gracias.
Espero estés en el Cielo cantando con los ANGELES.
Maravilloso camilo fue y seguirá siendo grande dep
Maravilloso Camilo, que te has ido, cómo se te extraña aquí, cuanto se necesita tu presencia y tu bella música!!! Estoy fascinada con To Depp in love y Volaras, sobretodo con esos temas, la versión disco de Vivir así es morir de amor.Es una compilación estupenda d temas maravilloso!!!
Gracias, Alejandra. Y abrazos para Argentina, siempre… 🙂