En su momento, éramos muchos (el firmante de la página no estaba solo, ¡palabra!) quienes no conseguíamos tomarnos demasiado en serio a Cheap Trick. Esos dos tipos altos, feos y desgarbados, el rubio y el moreno, parecían unos Pecos rockeros en versión choni. Y su vocación no parecía tanto la de incendiar nuestro cuarto como la de reventar pabellones, veleidad que solo consentíamos en formaciones de pedigrí: de Led Zeppelin en adelante.

 

En contraste con tan altas aspiraciones, estos dos muchachos de Illinois parecían más bien unos arribistas, unos marrulleros, la versión de bajo coste (nadie decía low cost de aquella, garantizado) de unos ídolos genuinos. Lo desconcertante es que, coincidiendo con tan severo escepticismo, llegaran noticias de su éxito deslumbrante en el Budokan japonés, ese mismo pabellón exótico del que teníamos noticias gracias a Dylan. ¿Cómo demonios se comía aquello?

 

Pensándolo ahora, puede que el At Budokan de los Trick fuese, a su manera, más sólido que su deslavazado homónimo dylanita. Y sucedía, además, que desde aquel debut homónimo (Cheap Trick, 1977) ya canturreábamos en secreto I want you to want me, el primer gran éxito, o la puede que aún más irresistible Taxman, Mr. Chief, indicio flagrante de que, más allá de las greñas, había también amor por los Beatles.

 

De aquella tampoco conocíamos la expresión “placer culpable”, pero Heaven tonight lo era: de libro. Y a estas alturas ya no podemos disimular la sonrisa con ese soberbio tema inaugural, Surrender, power-pop con chulería de hard-rock; la misma que afloraba, ya sin remilgos, en la contundente Stiff competition. Al final, Rick Nielsen, guitarrista y compositor de la banda nacida en Rockford, resultó ser un tipo hábil. Sabía que las guitarras podían vender (Boston), pero las salpicó de sintetizadores (el desmadre psicodélico de Heaven tonight) o explicitaba sus ansias de difusión con On the radio. Hoy, sin sentimientos culpables de ningún tipo, Heaven tonight se comporta en el giradiscos como un cohete espectacular, por mucho que se desvanezca en la atmósfera justo después de su estallido.

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