Ante todos nosotros, la cúspide creativa de un genio frágil y atormentado. George Michael quería ser amado por el mundo, completar su soñado póker mágico junto a Madonna, Prince y Michael Jackson. En realidad, tenía algo de suma o intersección de los tres. Pero preservar a un tiempo la libertad creativa y la intimidad nunca fue cosa fácil; menos aún, sustraerse a las presiones, a las expectativas desmesuradas. Empezando, quizás, por las suyas propias.

 

A la hora de estrenar esta nueva década, tenía 27 años y había desactivado un grupo exitosísimo, Wham!, un descomunal caramelo de pop inapelable, antes de marcarse un debut aún más arrollador (Faith, 1987). Incómodo en su propia piel y ante tantos efectos colaterales de la fama, optó por esta obra libérrima en la que se negó a rodar vídeos promocionales o aparecer en portada: la imagen escogida de una playa abarrotada se remontaba a 1940. Escogió incluso un título algo pueril, Escucha sin prejuicios, como la súplica de un chiquillo que anhela nuestro visto bueno, nuestra aprobación: la vulnerabilidad de los creadores, mayor aún cuanto más brillantes sean.

 

En 1990 descubrimos este álbum con una mezcla de sorpresa –era infinitamente mejor, más maduro y adulto que su predecesor– y un cierto recelo: esa ramplona desconfianza juvenil, ya se sabe, hacia aquello que triunfa; la cándida y tonta preferencia por los artistas marginales, como si solo pudiéramos reivindicar los artistas ignotos, orillados en el mapamundi de la fama, damnificados ante los caprichos a menudo flagrantes de la diosa fortuna. Pero una reescucha atenta, a día de hoy, nos coloca ante la certeza de una obra maestra evidente. Desde luego con el aval de Freedom ‘90, pieza tan exultante que Mark Ronson (¡Mark Ronson!) la definió como “la Mona Lisa del funk” y avisó que solo aspiraba a que sus creaciones fueran “la mitad de buenas que esa”. Pero también con la extraordinaria Cowboys and angels, la bellísima versión de You won’t go when I go (el original de Stevie Wonder ya era estremecedor, y aquí se conserva ese aire trascendental, casi religioso) y un sutil homenaje que casi nadie acertó a ver: Praying for time era Lennon y Heal the pain, McCartney. Tanto como para que, años después, la regrabaran los dos juntos y costase creer que no nos encontrábamos ante un original de Macca.

 

¿Un veredicto? Sin prejuicios: una barbaridad de disco. Y el recuerdo punzante de aquel día de Navidad de 2016. Uno de esos días en que el teletipo escupe lo que nunca habríamos querido leer.

2 Replies to “George Michael: “Listen without prejudice, Vol. 1” (1990)”

  1. Qué bonito. Por pura casualidad ando estos días redescubriendo a George Michael y he buscado tu opinión aquí. Wham! me pilló con la “ramplona desconfianza juvenil”, empecé a engancharme con Faith y luego, no sé muy bien por qué, le perdí mucho la pista. Ahora lo estoy disfrutando como nunca y descubriendo muchas canciones que no conocía, menuda voz y menudo artista. Love total.

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