Es verdad, lo primero a lo que nos obliga este trovador de Carolina del Norte es a redoblar nuestros esfuerzos en el arte de la mnemotecnia. Su nombre es enrevesado (¿Xerxes? ¿De veras?), pero el ejercicio de retentiva se nos antoja ineludible: nos encontramos ante un talento extraordinario, así que no dejarle un hueco en nuestro disco duro mental constituiría un manifiesto error. En realidad, alguno ya le tendría localizado: Fussell había firmado con anterioridad un par de álbumes, su homónimo debut de 2015, donde el guitarrista experimental William Wyler ejercía de mentor, productor y padrino; y el no menos sólido What in the natural world, rubricado un par de años más tarde. Eran discos muy notables, pero también austeros, escasos en instrumentación, algo áridos para el oído que no estuviera bien entrenado en los cancioneros tradicionales del blues sureño. Este Out of sightconstituye ahora un memorable paso al frente, por cuanto Jake se persuade de que sus excelencias como guitarrista e intérprete de gustos clásicos y enraizados no son incompatibles con una banda bien pertrechada, donde encontramos batería, órgano, pedal steel y la figura decisiva de Libby Rodenbough, a quien se encomiendan violín y segundas voces. Y así, nuestro protagonista no deja de ser quien siempre fue, el hijo del fotógrafo y folclorista Fred C. Russell, un hombre que viajaba con el pequeño Jake en el regazo mientras realizaba grabaciones de campo por el sureste del país, a la caza no solo de joyas del blues sino también de la herencia musical de la población indígena. Toda esa formación previa queda como bagaje riquísimo, pero aquí ya no como fronter o cortapisa. Y al blues añejo se le suman también el country y el folk, músicas siempre con poso y tan bien mimadas aquí por este orfebre de la canción y tan protegidas. Un hombre que puede recordar por destreza instrumental a Ryley Walker o Steve Gunn, aunque en último extremo termina remitiéndonos a lo más esencial, a Michael Chapman. Compruébese con la instrumental Three ravens, la exquisita apertura de The river St. Johns o la apariencia eterna de Oh Captain, pero sobre todo durante los siete minutos absortos de The rainbow willow, donde nos viene a la cabeza un Dylan en una Rolling Thunder sin corriente eléctrica. Una preciosidad, vaya.
¡Qué delicia!
💛🎵💛
¡¡¡EnHoraBuena
& GRACIAS INFINITAS
por tu RE~seña,
Mr.FernanDO!!!