Benditos los seres humanos que no pueden pararse quietos. James Dean Bradfield había pactado de común acuerdo un paréntesis en la agenda con sus compañeros de Manic Street Preachers, pero el artista que hay en él siempre termina ganándole la partida al procrastinador que mora en cualquiera de nosotros. Y no se ha aguantado las ganas de volver a empuñar lápiz y guitarra, aunque sea en una dirección francamente inesperada.
Even in exile, el segundo trabajo del galés en nombre propio, constituye un homenaje en toda regla al chileno Víctor Jara, un cantautor con el que estamos muy familiarizados en los países de habla hispana pero no tan difundido, ni por obra ni por historia, en el entorno anglófono. Y se trata de un reconocimiento desde el respeto, la admiración y la humildad. De hecho, solo hay una versión del repertorio de Jara, La partida, y no puede ser casual que se decantara por uno de los ocasionales instrumentales del santiaguino. Es una manera de no meterse en el berenjenal de cantar en castellano, un idioma que le resulta muy ajeno. Y de eludir cualquier acusación (disparatada) de apropiación cultural. Este es un aplauso entusiasta de un galés a un chileno, pero no el intento de sonar a lo que no se es.
De hecho, La partida de Bradfield suena más a Morricone en Almería que a las planicies litorales chilenas. Y no es el único título sin letra: tanto Seeking the room with the three windows, con una estructura casi de rock progresivo, como la muy melancólica y evocadora Under the mimosa tree se decantan por la fórmula instrumental. Puede que ese sea el elemento diferencial más evidente respecto a la obra de los Preachers. Pero tanto The boy from the plantation como Without knowing the end o incluso Recuerda habrían encajado de mil amores en un álbum de los de Blackwood.
Otras piezas nos muestran a un Bradfield menos explorado, desde la solemne There’ll come a war (que nos puede traer a la memoria Vienna, de Ultravox) a la sensacional The last song, que comienza evocadora y enigmática, pero se desmarca con una segunda parte acelerada y nuevamente muy sinfónica. En cualquiera de los casos y desde cualquier perspectiva, Even in exile supone una sorpresa mayúscula. Y una noticia deliciosa. James refresca las neuronas desde una perspectiva ideológica izquierdista, como le corresponde, y una vocación eminentemente integradora, renovadora y plural.