Nada puede ajustarse a cualquier territorio trillado en una formulación como la que nos ocupa, la muy insólita alianza entre la alemana Marieke Werner, la belga con sangre estadounidense Sura Solomon y una española de origen neerlandés, Amber in’t Veld. La intersección es tan atípica como la pluralidad de sonidos, aromas e influencias, y aún más si tenemos en cuenta la preponderancia de instrumentos que se escapan del tópico a la hora de concretar la composición original y los aderezos: junto con las armonías vocales que entretejen las tres, las opciones prioritarias son el clarinete, el acordeón o el ukelele.

 

¿Resultado? Una de las expresiones recientes más lindas de la canción de autor, pero comprendida en este caso como una ventana a las músicas del mundo y un crisol geográfico y aromático. A la siempre añorada Lhasa de Sela le habría encantado conocer a estas muchachas, sin duda, pero las hermanas The Roches también se sentirían identificadas con ellas.

 

Las Lloronas son divertidas, ingeniosas y no exentas de misterio. Atractivas a la par que inquietantes, intensamente seductoras en su radical empeño por asemejarse solo a ellas mismas. Se conocieron en Bruselas, su particular punto de intersección; probaron a foguearse en las calles de la metrópoli y acabaron incorporando elementos de poesía urbana y spoken word. Pero lo suyo es música acústica de corte fino y tacto terso, pequeñas esculturas sonoras de belleza delicada. Con cierta querencia por el klezmer, la música judía del este europeo, que ya aflora en el mismo corte inaugural, Belly blue, y se hace más evidente aún en El calentamiento, definida por la muy característica interacción entre acordeón y clarinete. Pero incluso en este caso acaba prevaleciendo el gusto por las encrucijadas, las inspiraciones multidireccionales: la pieza aparenta ser tradicional y de procedencia latina, a juzgar por esas características personificaciones (“El sol va por la calle”) de elementos naturales.

 

El deje hispanoamericano reaparece aquí y allá con resultados desconcertantes y, precisamente por eso, bien atractivos. Naranjos es un vals de reminiscencias australes, pero proviene de una oración judía que, fiel a esa vocación plurinacional de nuestras gozosas plañideras, salta repentinamente a la francofonía y mueve a imaginar la vida bohemia a orillas del Sena. El exponente más ibérico lo encontramos en Pequeña, un primor de tres voces a capela con la magia de ese universo poético tan evocador y singular de estas mujeres: “Soy la levadura de mis sueños / Soy las cosquillas de mis cielos”. Y la dimensión más juguetona eclosiona en Run, lo bastante pegadiza como para erigirse en la pieza más demandada del repertorio. En realidad, unas muchachas que dedican su álbum a “todos los trabajadores invisibles que permiten al mundo seguir dando vueltas” merecen nuestra complicidad eterna.

 

 

El debut absoluto de Las Lloronas en escenarios españoles tiene lugar este miércoles 25 de octubre en la sala Galileo Galilei de Madrid

 

 

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