Ay, la química fraternal: qué maravilla. Con Matthieu Saglio, mago bretón del violonchelo afincado por tierras valencianas desde hace más de dos décadas, ya habíamos tenido ocasiones significativas para la emoción y el asombro, pero sobre Camille Saglio, hermano pequeño y cantante de voz honda, primorosa y profundamente espiritual, disponíamos de menos pistas. La confluencia es fascinante, porque los dos se bastan –duplicando los sonidos del chelo y con el aderezo de alguna percusión adicional– para edificar un universo que en ocasiones parece folclórico (El alba), oriental (Tariq), africanizante (Ginkgo biloba, con Camille imitando incluso con los labios el sonido de una trompeta),jazzístico (Strange fruit) o hasta místico y catedralicio (Derviche), pero casi siempre acaba resultando profundo, sentidísimo y conmovedor.

 

La multiplicidad de pistas amortigua la previsible austeridad de un trabajo en formato de dúo, puesto que Matthieu se encarga de conjugar arpegios en pizzicato, melodías en tesituras diferenciadas o fondos de nota pedal, como si su violonchelo se convirtiera casi en emisor de un trío o cuarteto de cuerda. Camille exhibe un rango vocal muy generoso, e incluso se adentra en el territorio del contratenor en algunos momentos emocionantísimos, sobre todo en el caso de Amelui y Miba, esta con ¡palmas aflamencadas! Y a todo ello se le suma la sorpresa, en la segunda mitad del trabajo, de esa Iberian ballad en la que un tercer hermano, Gabriel Saglio, se suma a la celebración familiar con un clarinete bajo que ahonda en ese espíritu casi sacramental que atraviese buena parte del trabajo.

 

A ese recogimiento y trascendencia le sienta muy bien la elección de Con toda palabra, aquel primor de la desdichada y siempre añorada Lhasa de Sela, como una de las escasas versiones del lote, junto a la mencionada Strange fruit (desnudísima, emotiva) y Le vent nous portera, un clásico del rock francés firmado hace un cuarto de siglo por Noir Désir y tan popular al norte de la franja pirenaica como casi desconocido a este otro lado de la cordillera. Queda la duda de si los Saglio podrían haber revestido alguna pieza con un ropaje más frondoso, pero, en realidad, durante esta generosa hora de música no da tiempo a aburrirse. Solo a emocionarse.

 

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